Amarillos de Atacama

Pau J. viajaba por el desierto y me acordé de ella porque leí una poesía de José Watanabe en donde habla del desierto de su país, Perú. Aunque Pau J. recorría Chile y Bolivia se la mandé. Muchas veces, se sabe, las fronteras no pueden dividir los paisajes.
El correo quedó archivado en elementos enviados y pasaron los días y las tareas. Me pidieron una nota de la selva y unos días después, el desierto estaba lejos.

Pero una tarde llegó la respuesta de Pau J. Me hablaba de paisajes surrealistas, inmensos, sagrados. Paisajes en mutación, escribió. También dijo que recibió la poesía de Watanabe una noche estrellada en la que casualmente escribía en verso.

Y adjuntó estas fotos de un amanecer en Atacama, en un viaje de vuelta de Bolivia a Chile. De un amarillo tan potente que no parece un amanecer más, sino el único amanecer, el amanecer de los amaneceres.

El mail era corto, pero bastó para abrir una ventana en la tarde nublada. Pensé en cuánto me gusta recibir -y enviar- correos durante un viaje.

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Una respuesta en “Amarillos de Atacama

  1. Fabiola dijo:

    Te voy a escribir en português porque no sé como es en español…

    Sua prosa é poesia

    Te felicito por los posts, son de una lectura deliciosa.

    Ahora soy tu fan 😉

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