En el río piel de león

Cada vez que navegue por el Río de la Plata me va a resonar esta historia que me contó Michel N., buzo táctico y bombero entre otras ocupaciones de riesgo.

Resulta que un día, haciendo un trabajo de buceo en la dársena de inflamables en el Puerto de Buenos Aires, me tocó efectuar la inmersión de la mañana. La misión era a 12 metros de profundidad , tenía que ingresar a tientas unos diez metros en en una cañería de unos 60 cm de diámetro
Al llegar al final de esa tubería me llamaron por el intercomunicador y escuché el mensaje: «¡Ya superficie, ya superficie!»
Evidentemente, las cosas arriba no estaban bien. Rápidamente aborté la maniobra e inicié el escape para después subir. Pero no fue tan sencillo como la teoría indicaba; había tanto verdín en la superficie del tubo que no podía salir con velocidad… se patinaban los dedos.
Al llegar a la boca de salida no pude subir: el peso de los lastres y equipo me mandaron al fondo. De 12 a 14 metros. Como vio que no llegaba el jefe me ordenó: «Al fondo y sin moverse: un buque entró a dique sin aviso». Estamos hablando de un buque propanero de 200 metros de eslora que al ingresar a los diques del puerto, es tanta el agua de desplazan que el río sube temporariamente unos metros.
Recuerdo que sentí la diferencia de presión y también que me acoste en el fondo del río tratando de cubrirme de limo así la succión de las hélices no me llevaba. Me quedé más que quieto, aguantando la respiración, atento
. Cuando me dieron la señal subí a la superficie.

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