Verónica Montero es periodista, vive en Buenos Aires y su trabajo actual consiste en enaltecer a los duros de Hollywood: escribe reseñas de cine de acción para un canal de cable.
Pero esta vez vuelve a su traje de reportera y nos cuenta una anécdota de su último viaje a la Gran Manzana.
«Cuando uno viaja a Nueva York espera que algo suceda. No es de esos destinos en los que sólo se visitan museos y se toman fotografías de jardines imperiales. Nueva York es en parte Hollywood. Es decir, o te chocás con George Clooney corriendo en el Central Park o presenciás algo que termina siendo tapa de los diarios; como me pasó el día del atentado fallido del 1 de mayo en Times Square.
No tenía reloj, así que calculo que serían las ocho. Unas cincuenta personas sacaban fotos de las cuadras más iluminadas de Manhattan. Las publicidades digitales se codeaban tratando de imponerse unas a otras. De repente, una explosión se escuchó a lo lejos. Un ruido seco paralizó todo por apenas un segundo. Insisto: sólo fue un segundo. La escena que ahora recuerdo es la del chico que tenía al lado: tiró su lata, gritó “shit!” y salió corriendo. El resto seguimos posando y disparando sin flash a los letreros.
Con el diario del día siguiente me enteré de lo que realmente había sucedido. Los ojos del mundo, otra vez en La Gran Manzana: “El intento de un atentado terrorista sacude Times Square”. El sonido fuerte que escuchamos, fue la implosión provocada por la Policía a tres cuadras de donde estaba. El vendedor de uno de los puestos callejeros, que había alertado sobre el coche bomba abandonado, se convirtió en un ídolo y había fila para sacarse fotos con el héroe.
Desde el atentado del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos dejó de ser un lugar seguro. Y la ciudad lo recuerda constantemente: “Cualquier persona puede ser sospechosa de cometer un acto terrorista”. Si uno mira sin mirar observa carteles del estilo “Si ve algo, avise” o “¿Cuál de estas dos armas cree que es verdadera?”. Pero los mensajes se entremezclan con los de otros avisos y todo termina siendo lo mismo. “Comer un combo en un local de comidas rápidas tiene X cantidad de calorías”, “No te pierdas la temporada final de Lost”, “Sonría, lo estamos filmando”, “Si retira un ejemplar, tiene 20% de descuento para presenciar el musical de Mary Poppins en Broadway”.
Ruido, mucho ruido, por todas partes. The show must go on hace que el sonido de una implosión sea confundido como parte de una performance, como creí esa noche en Times Square. Al igual que cuando después de estar varias horas recorriendo el Madame Tussauds, que queda por esa misma zona, salí a la calle y al ver a un señor quieto, me acerqué creyendo que era de cera».
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