Desde hace varios días su nombre, Thomas Kohnstamm, y el título de su libro, “Do travel writers go to hell?” (¿Van al infierno los escritores de viajes?), aparecen en diarios del mundo, desde Australia hasta Singapur.
El caso comenzó la semana pasada, cuando el tipo declaró en un artículo del New York Observer que siendo autor de Lonely Planet nunca había ido a Colombia para escribir la guía de ese país.
Entre otras declaraciones polémicas, dijo Kohnstamm: “No me pagaron lo suficiente para ir a Colombia. Escribí el libro en San Francisco, con los datos que me daba una chica con la que salía”.
Lonely Planet, la famosa Biblia de los mochileros, que vende seis millones de guías por año y que hace poco se vendió -el 75%- a la BBC, ha dado sus explicaciones. Un vocero de la editorial señaló que en realidad no le habían pedido que viajara a Colombia para efectuar un relevamiento, sino que hiciera una introducción sobre ese país. Según el vocero, Kohnstamm no era más que un investigador de escritorio. En la página oficial, la guía siempre tan preocupada de las necesidades de los lectores hace un update sobre el tema Kohnstamm, en donde cuenta entre otros puntos, que está revisando las otras guías en las que había trabajado este autor. Hasta creó un foro especial para discutir el tema. No me extrañaría que al próximo libro de Kohnstamm lo edite Lonely Planet.
Los medios tomaron la polémica y la reproducen, pero no es fácil encontrar la opinión del autor. World Hum le hizo una entrevista y esto es lo que Kohnstamm opina (en inglés) sobre la bola de nieve que se armó -¿o que armó?- a partir de su libro.
A propósito, ¿de qué se trata el libro? Ya casi no importa, pero uno tiene ganas de saber qué cuenta y cuánto mintió. Si bien ¡todavía no se lanzó! he leído en su página que el libro relata las andanzas de un escritor de viajes, hedonista profesional de una ética cuestionable, que confiesa algunos delitos de su trabajo, considerado por muchos uno de los mejores del mundo. Para muchos pero quizás no para Kohnstamm.
Más allá de la cuestión puntual de si mintió o no mintió cuando hacía las guías, su historia ha generado polémica, y como todos sabemos, la mala publicidad también es publicidad. Lo cierto es que el libro sale a las ventas recién la semana que viene y ya se habló más de Kohnstamm que de cualquier autor desconocido. Porque después de todo y hasta hace un par de días, al chico de apellido difícil lo conocían y recordaban unos pocos, quizás sólo sus amigos. Hoy ya lo conocemos de frente y de perfil. Lo vimos en fotos escribiendo, fumando, buceando; parado y sentado. La cara de Kohnstamm es más familiar que la del propio Tony Wheeler, el fundador del imperio Lonely Planet.
Los periodistas de viajes se podrán ir o no al infierno, pero Thomas Kohnstamm ha logrado que hablemos de él, que sepamos el nombre de su libro y hasta tengamos ganas de leerlo. Ha logrado, además, lo que pocos autores de las Lonely Planet logran: trascender la fotito y la minibiografía de las primeras páginas de la guía y saltar a la agenda de diarios como el New York Times, El Mundo de España; el Times de Londres, la CNN.
Las ventas dirán si el escándalo trae buenos resultados. Todo indica que si. Lo que no dirán es cúantos lo compran para reprocharlo y cuántos por admiración.
Salgari nunca salio de Italia y los que hacen la Filcar, probablemente no conocen Floresta. Que me contáss?
La tradución real de «go to hell» es más probablemente «vaya a la m….» que «vaya al infierno».
El amigo Kohnstamm ha logrado sus 15 minutos de fama. Parece que de eso se trata la vida ahora, poca cosa, no?
Se vuela muy bajito.
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