IGZ – BUE

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Ayer viajé en avión. Era un vuelo de 1.30 y tardé 12. No fui la única: hubo 11 vuelos cancelados y reprogramados de Aerolíneas Argentinas. Eso perjudicó a unas 3000 personas que por trabajo o por turismo o por lo que fuera necesitaban desplazarse, y habían pagado por hacerlo en un tiempo veloz.

Desde Iguazú, desde donde me tocaba partir a las cinco de la tarde, se tarda una hora y treinta minutos en llegar a Buenos Aires en avión. En micro, el viaje dura 17 horas. La primera opción cuesta 700 pesos ida y vuelta, y la segunda, 70 (ida). Sin saber que más tarde serían estafados, cada uno de esos 3000 pasajeros hizo sus cuentas y decidió viajar en avión. Pero, claro, en sus cálculos no contaron las asambleas de pilotos sorpresivas, largas y desconsideradas.

Eso pasó ayer, en Iguazú. Entonces, cuando estaba a punto de tomar el taxi para el aeropuerto, me avisaron que no fuera porque el vuelo estaba cancelado. Mi viaje era con un grupo de periodistas y entre todos, con el enojo en flor, decidimos ir de todas maneras. La empleada de la aerolínea explicó que parecería que el vuelo saldría a las 19. Hicimos el check in y hasta algunos despacharon el equipaje.

A partir de aquí­, comenzaron largas horas de espera, llenas de condicional. «Creeríamos», «Parecería», «saldría», «llegaría», «aterrizaría» y más. Con la ventaja de ser periodistas, nos invitaron a esperar en un coqueto hotel de diseño inaugurado hace apenas unos meses, el Panoramic. Ahí nos quedamos, mirando el río Iguazú y el Paraná y el cuarto de selva que nos tocó. También comimos y descansamos en cómodos sillones rojos y chequeamos correos.

Esa suerte dorada corrió sólo para 8 personas de las 150 que esperaron durante 12 horas la salida de su vuelo. Aerolí­neas Argentinas, (en este caso) la empresa responsable no respondió ni con hoteles ni con comidas ni con una respuesta. Los empleados, sin soltar el condicional, se limitaron a decir: «el avión partiría a las 19». Cuando a las 19 no sólo no partió, sino que ni siquiera la aeronave arribó de Buenos Aires, los empleados se limitaron a decir: «el avión partiría a las 21». Cuando a las 21 no sólo no partió, sino que ni siquiera la aeronave arribó de Buenos Aires, los empleados se limitaron a decir: «el avión partiría a las 23.30».

El verso siguió hasta las 3.15 de la madrugada cuando finalmente partió el avión. A las 2.20 llegué al aeropuerto desde el hotel Panoramic. No parecía un aeropuerto. Tenía el aspecto de un lazareto. Los más jóvenes se habían tirado al piso. Varios gringos dormían con la mochila de almohada, unas turistas mexicanas conversaban en ronda, una parejita de argentinos tomaba mate por quinta vez en la espera. Habí­a niños que dormí­an en camitas de abrigos armadas en carritos de equipaje y otros sobre las piernas de los padres. Habí­a cabezas colgando del cuello y babas cayéndose de varias bocas abiertas y una gorda con un culo agotado de rebalsar por los bordes de la butaca finita. La luz de tubo era pobre y según me dijeron algunos pasajeros en espera, los kioscos y el restaurante trabajaron como nunca.

De repente, una voz llamó a embarcar y todos respondimos al llamado con la docilidad del ganado que sube al camión que lo llevará al matadero. Y formamos una fila y uno a uno fuimos pasando primero a la sala de espera y un rato más tarde al avión. El vuelo duró lo que dura, el capitán no se presentó ni habló del clima ni de la velocidad crucero, y una pasajera mandó al carajo a la azafata rubia que le dijo buenas noches. La azafata rubia y blanca se puso roja como la tierra de Misiones y enseguida se lo contó a la azafata morocha. Esta levantó las cejas y le dijo: «no te enganchés».

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4 respuestas a IGZ – BUE

  1. Tito Landi dijo:

    No se puede creer lo que hacen en los aeropuertos argentinos, cada vez es peor… el otro dí­a tarde 20 horas en ir en avión a Córdoba…

  2. Claudio Carpio dijo:

    La semana del 13 de mayo fui a Montevideo, con reservas en AR. A la ida, un domingo, se canceló el vuelo y me pusieron en otro 4 horas más tarde. A la vuelta, un viernes a la tarde, se canceló el vuelo y me mandaron por la nueva empresa SOL, en un avión para 20 personas. Y tuve muchísima suerte…
    Tal vez una buena definición de subdesarrollo es cuando lo normal y previsible (por ej. un horario de vuelo) se transforma sistemáticamente en una aventura de final incierto.

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