El texto que sigue lo escribió Juan Carlos Melgar, amigo mexicano y compañero de escritura en la novela Ojos de obsidiana. Melgar cuenta sobre un viaje reciente en moto con su padre por algunos países de la península balcánica: Croacia, Serbia, Bosnia, Montenegro y Herzegovina. Dan ganas de ponerse el casco y salir a la ruta.
Hace muchos años, allá por principios de los noventa, una profesora de la secundaria nos hablaba de Dubrovnic. Se refería a esa ciudad como una de las más bonitas de Europa, pero su relato era triste y melancólico. “Está siendo destruida por una guerra estúpida. Estúpida como lo son todas las guerras”, nos decía.
Luego, supongo que para reforzar su clase, repartió fotocopias de un artículo de la revista Time, en donde se hacía mención a los bombardeos que sufría ese rincón del continente europeo. Su objetivo se cumplió: siempre recordé esa clase y las imágenes de ese lugar del Adriático. Una ciudad de cuento, con la amenaza de las bombas destructoras encima.
Pasó el tiempo y un buen día, a mediados del 2014, mi padre me invitó a recorrer Croacia en motocicleta. Difícil no aceptar la propuesta. Ambos, desde hace mucho tiempo, somos fanáticos de recorrer carreteras y caminos en moto. Y, aunque no hacemos diarios, como el Che Guevara, sí registramos todo en nuestras cámaras y, lo mejor, en el rincón de los recuerdos.
“Nos vamos a celebrar nuestros cumpleaños”, fue la frase con la que vendí el recorrido a Karina, mi esposa, quien se quedaría como Penélope, esperando el regreso de su amado. Supongo que mi papá hizo lo mismo con mi madre. Pasaron los meses, lentos, hasta que llegó la fecha del viaje.
Viajamos de México a Croacia, un vuelo infernal, como son todos los trasatlánticos, y 32 horas después llegamos a Dubrovnic. Agradecí que las bombas de la clase y la revista Time, no la hubieran destruido. La ciudad es maravillosa e impresionante, tanto que elimina cualquier sensación de jet lag.
Emocionados, dejamos la maleta en la habitación y, sin ducha de por medio, salimos a recorrerla. Primero subimos a la muralla que cubre a la denominada “Old City”. El recorrido dura hora y media y tiene vistas impactantes del Adriático y las montañas.
Esta joya croata es uno de los destinos de quienes pueden y gustan, viajar en barcos y veleros. La cantidad de embarcaciones con nombres egocéntricos es impresionante. “I’m the boss”, “Why work?” y “CEO”, son tan solo algunos de los nombres que le dan un toque jet settero al lugar, en donde, según comentan, veranean Brad Pitt y Tom Cruise. Aquí descansan de su agotadora vida de estrellas.
Llego el momento de conocer a los demás integrantes de la aventura en dos ruedas. Edelweiss, empresa organizadora del recorrido, solicita a los pilotos asistir a una reunión en la que se conoce al resto de los viajeros, en este caso, de Australia, Irlanda, Estados Unidos, Austria y México. Dentro del grupo había a un simpático policía de Chicago, un abogado fiscal que podría ser un doble de Fidel. Unas hermanas que manejaban moto como si las persiguiera el mismísimo chamuco. O una pareja norteamericana, alegre y enamorada. Todos, sin excepción, con la única intención de disfrutar el camino.
El recorrido, llamado “Pearls of the Adriatic”, daría inicio el día siguiente. Las motos que elegimos fueron las Ducatti Monster, máquinas italianas reconocidas por su poder de aceleración. Caballos de acero rojo. Ferrari de los pobres, le dicen algunos. Un sueño para todo el que gusta de viajar acelerando con el afamado “twist of a wrist”.
Y así fue como comenzó el viaje. Una aventura de 10 días, en donde visitamos puntos de gran riqueza natural, con presencia de gente amable y alegre, aunque aún se vislumbra el dolor que dejó una guerra estúpida, como la llamó mi profesora. Las mujeres parecen modelos de Dior y los hombres son una especie de gladiadores: gigantes con fortaleza descomunal. Imposible no mirarlos y pensar, qué locura hacer una guerra contra estos tipos.
Si bien, el conflicto se dio por concluido hace años. Aún son varios los poblados en donde es posible observar huellas de la guerra: fachadas completamente baleadas. Igual que en el cuerpo humano, quedan las cicatrices. Como mexicano, es imposible no pensar en el parecido con el trágico escenario en múltiples rincones de nuestro país. Sinaloa, Michoacán, Tamaulipas, Guerrero, tan sólo algunos de los sitios en donde las balas también están presentes.
Dubrovnic, con su majestuosidad y belleza única. Split, con su palacio romano conservado a la perfección, como si el paso del tiempo le hiciera cosquillas. Mostar, con su característico toque árabe y musulmán. Hvar, isla paradisiaca en donde florece la lavanda. Llegamos a estos sitios con nuestros trajes de motocicleta completamente sudados por el calor veraniego.
Mi impresión general del paseo: excelentes carreteras, curvas inolvidables, vistas impactantes y ausencia total de tráfico. Un sueño para los motociclistas.
En los países que visitamos es fácil observar un deseo por salir adelante. Da la impresión de que tienen claro que el turismo es una fortaleza, una condición positiva, por lo que el trato es amable y atento. Uno se siente bienvenido.
Aunque también hace falta mejorar la infraestructura: algunos hoteles parecían de la era comunista. Muebles viejos, alfombras desgastadas y elevadores tan lentos que espantan. Internet escaso y la comida sin chiste.
Sin embargo, este sitio llamado hace años Yugoslavia, donde había un comunismo “relajado”, deja grabado un mensaje en la mente de todo aquel que recorre sus caminos: “destino maravilloso al que se espera poder volver”. Y agregaría: si es con mi genial y querido padre, muchísimo mejor.
Que lujo, gracias por compartir tan bonita experiencia con tan magnificas personas, con gran afecto esperando siempre estén cerca de nosotros su familia ampliada
Mario
Lo único que aminoraba la nostalgia del esposo, eran las fotos espectaculares que me mandaba durante su trayecto. La próxima vez Penélope no se queda en el muelle ni de broma.
Excelente relato de experiencias vividas con espíritu de aventura, que la juventud facilita, pero el talento para la escritura posibilitan transmitir.
Tu maestra debe estar muy orgullosa. Tu Penelope lista para compartir la moto en el proximo viaje. Todos los lectores encantados con tu relato y fotos. No se si exista envidia de la buena, pero si no existe, pues ni modo, soy pecadora y siento envidia de tan bonito viaje y sobretodo la dicha de que lo hayas compartido con tu padre.
ciertamente la hoy exyugoslavia, pero con existencia de lo que fueron sus republicas federadas, es un país maravilloso, no solo por sus paisaje hacia en Adriatico, o sus ciudades con influencia musulmana como Sarajevo,o Mostar, también con influencia austrohúngara como Zagreb o Ljubljana, pero todo ello se complementa, cuando tratas a los pueblos., croatas, bosnios o eslovenos , omito mencionar a los serbios, porque mi opinión no es objetiva, pero sus gentes en general, son de un don extraordinario, buenos amigos, solidarios, alegres, cantadores y bailadores,mi experiencia en Zagreb, donde viví 4 años y aprendí el croata, y la convivencia con amigos croatas, bosnios o eslovenos, me ha provocado regresar desde mi salida en 1969, otras tres veces, con mi esposa y buscar a mis amigos, y tratarnos como si nos hubiéramos visto ayer, felicito a Mario en particular, por su animo y audacia de recorrer en moto, a su edad países, si bien, ahora seguros
}, pero desconocido, de su hijo es congruente su espíritu aventurero con su edad, felicidades para los dos y aun es mucho mejor la exyugoslavia, cuando se conoce el idioma, porque asi conoces el espíritu del país o ´países en este caso.
Excelente relato, sentí hasta la brisa del mar Adriático y una lección de vida: ¡que nunca más se presenten guerras fraticidas!
Estupendo!!!!
Delicioso relato! Lo he disfrutado mucho. Visité Dubrovnic y Split en 1975, tan sólo tenía 11 años pero las imágenes de esos hermosos lugares y los momentos compartidos en esos días, en especial con mi hermana Lourdes, quedaron impresos en mi mente y en mi corazón. Ya son cuarenta años… Leo a mi querido sobrino Juan y me doy cuenta que algo así le va a pasar.
Está padrisimo muchas felicidades y ojala lo puedan repetir muchas veces y tu Mario papá aprovecha que todavía tenemos salud para hacer este tipo de viajes
Enhorabuena por lo Melgar!. Vaya relató de Juanito, muy a su estilo, suspicaz y emotivo. Lo más rescatable, el profundo cariño que guardan padre e hijo. Cuando invitan a otra impactante travesía ?
Que maravilla tener la oportunidad y bendición de disfrutar una aventura como esta, Croacia y el adriatico son una belleza, gracias por compartir y que se les siga concediendo a bendicón de disfrutar de este tipo de viajes maravillosos
un atento saludo
erich
Que buen viaje primo!!! Nos vemos el domingo en TEXAS!!
Excelente relato me hizo vivir el momento como si fuera en la misma motocicleta de ustedes, pereciosos lugares, que no pertenecen al circulo turístico y muy bien escrito, lo cual no me asombró por aq
aquello de «hijo de tigre…..» SALUDOS MARIO Y SALUDOS A TU HIJO JUAN CARLOS DE QUIEN HACE MUCHO TIEMPO NO TENÍA NOTICIAS, VAYA, DESDE LA LIGA OLMECA
Excelente narrativa. Un saludo afectuoso para toda la familia Melgar.
Magnífico relato de una aventura donde se conjugan historia, paisajes, aventura y una maravillosa confraternidad. Muchas gracias por compartir. No estaría mal y se agradecería n algunas imagenes. Un abrazo para cada uno.
Queridos Mario y Juan, un relato muy bello y mejor la forma; logra la sensación de ser parte del viaje, de poder imprimir en la retina los paisajes y de estimular la admiración por un pueblo en renacimiento. Un abrazo muy grande de los Tapia
Juan Carlos, Estupendo relato de tan maravilloso viaje que realizaron. Describes el Adriático y Dubrovnic de una manera que reafirma mi interés de conocer tan bella e interesante región, me acompañara mi Penélope. Saludos.
Leo y releo y me quedo pensando en la importancia de la conexión entre generaciones, y más cuando son padre e hijo; luego pienso más e imagino… La belleza que puedo «ver» en el relato de Juan Carlos Melgar y «sentir» la felicidad de Mario Melgar. Son un par de afortunados. ¡Felicidades!