Mi último viaje

Después de escribir todo el día, comer frente a la computadora, tomar mate con Facebook y Twitter, decido apagar la máquina y aceptar la invitación de una amiga a cenar puchero… en la otra punta de la ciudad.

Subo al auto a las 8 de la noche, hace frío, está oscuro. Tomo un camino nuevo, creo que ahí empecé a equivocarme. Pero todavía no lo sabía. Las calles iluminadas por las luces rojas y amarillas, de freno y guiño de los autos. Música (Dummy, de Portishead). El plan está bien para un final de día relajado. Hasta que entro en la Autopista del sol, paso la salida y me meto en un carril central donde nadie baja de los 120 k/h. Ninguna salida a la vista. Y lo peor: avanzo en dirección opuesta al puchero. Suena Wandering Star.

Cartel de «Salida a 500 metros». Hay tránsito y es difícil cruzar todos los carriles para llegar a la salida. Lo logro, llego al peaje de algún lugar a unos quince kilómetros. Busco la cartera y veo que me olvidé el monedero con la plata. El chico del peaje me mira. Se suman autos en el peaje. Busco monedas en la guantera, debajo de las alfombras, en el cenicero. No hay un cobre.

Diez o bueno, doce segundos más tarde, el chico del peaje me mira mal desde su cabina en las alturas. Dejo de buscar, le pregunto si puedo pagar con tarjeta de débito. No. Obvio que no. Llega una ambulancia a la fila, los autos tocan bocina. Me tocan bocina. Ay. El chico del peaje me indica que circule. Antes debo firmar un ticket de deuda. Más bocinas. Firmo, avanzo. Me siento en la escena del escape salvaje de una película de acción, en una Carretera Perdida. Tan lejos del puchero.

***

Llegué al puchero a la hora del postre. Cuando abrió la puerta, mi amiga preguntó si siempre que no tengo viajes, me los invento.

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Una respuesta en “Mi último viaje

  1. diego landivar dijo:

    jajjaa muy bueeno..

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