Tenés cara de argento…

Unas noches atrás, en la vereda del bar de Julio, en el barrio de Colegiales, cantó Tomi Lebrero. Noche de verano, brisa suave, los plátanos llenos de hojas, una mesa larga compartida por gente que nunca antes se había visto. Con una gata que se llama Malena. Y sonido de bandoneón.

Desde afuera, el bar de Julio parece uno de esos bazares de antigüedades, más que antigüedades, cachivaches. Pero ahí no se vende nada. Nada más que tartas, pollo a la portuguesa, cerveza y fernet. Por la calle empedrada pasaba un auto, uno o dos.

En ese paisaje tan, tan porteño, Tomi tocó sus hits, el que habla de los chicos del cine independiente y otros, y también canciones nuevas que compuso en las vacaciones. Tenía una camisa hawainana amarilla y estaba bronceado, parecía que recién llegaba de Trancoso o de Itacaré. Uno de los temas nuevos, muy divertido, hablaba de lo fácil que es reconocer a algunos argentinos en el exterior. Tenés cara de argento… decía el estribillo.

Esta semana recordé varios argentinos reconocidos en viaje. Con algunos hablé y de otros me escondí. Hace unos años hubiera huído de alguien como N., hoy creo que no. Sólo porque me divertiría escucharlo.

N. es un periodista que viajó en viaje de prensa con una editora amiga a Hong Kong. Resulta que estaban en un restaurante popular de de ciudad, perfecto para probar platos exóticos. Podían elegir entre dim sum, pato pekinés, cangrejos de río con salsa hoisin, aleta de tiburón, huevo de pato y más. Emocionada ante el exuberante paisaje gastronómico, lleno de brillos, texturas, colores, ella analizaba cuál sería la entrada de su banquete. Tenía el plato en la mano cuando se le acercó N., que miraba el mismo paisaje pero con rostro aterrorizado.

Como un niño de nueve años en el tramo más oscuro del tren fantasma, N. se pegó al oído de mi amiga y le preguntó, despacito a ver si todavía un chino lo escuchaba y le partía por la cabeza un jarrón de la dinastía Ming: «¿No te comerías un choripán?»

Nunca vi a N. pero estoy segura de que tiene cara de argento. Posiblemente, Tomi tampoco lo haya visto. No es necesario. Hay tantos viajeros modelo N. en Argentina y en todos los países del mundo que podrían formar una raza aparte.

(Foto: Ñ)

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