Los colores de Africa, según Témoris Grecko

Témoris Grecko es un periodista mexicano de 38 años que entre muchas cosas que hizo en su vida, escribió dos libros y ganó un premio. 

Uno de los libros lo escribió con Salvador Frausto y se presentó recientemente en DF. Se llama “El vocero de Dios. Jorge Serrano Limón y la cruzada para dominar tu sexo, tu vida y tu país” (Grijalbo) y trata sobre un líder de la ultraderecha católica mexicana.

El otro se llama «Los Colores de Africa» y es su primer libro de viajes y el libro por el que unos días atrás se ganó 18.000 euros en la cuarta edición del Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes.

El concurso consistía en presentar un libro de narrativa de viaje con un límite de 150 páginas. Témoris Grecko, quien hace tres años había dado la vuelta al mundo, ya tenía el libro escrito, sólo que de ¡450 páginas! Hizo los ajustes necesarios basándose en la parte africana del viaje, lo presentó ¡y ganó!

Me cuenta por correo que esperó el resultado cinco meses. Cuando le avisaron que lo había ganado casi no lo creyó: «Quise asegurarme de que no era una broma, porque no tenía muchas esperanzas. Casualmente, el día anterior me había acordado de que no tenía noticias del resultado y pensaba que debía preparar un nuevo libro para concursar en la siguiente convocatoria del premio», me escribió.

Además de los euros, el premio contempla la comercialización del libro en España y Latinóamérica y la distribución gratuita en más de 4000 habitaciones de los hoteles de la cadena Eurostars. Cuando se enteró que había ganado, lo primero que Témoris hizo fue llamar a su chica, Vivienne Stanton -que está escribiendo un libro con él- y después a sus padres. Pero me cuenta que todavía no pudo salir a festejar. «Estoy en un periodo de demasiado trabajo y no he podido reunir amigos ni hacer nada especial. Tampoco celebré mi cumpleaños».

Témoris Grecko vive en DF y trabaja como periodista independiente. Es columnista de las revistas Esquire y National Geographic Traveler (ediciones para América Latina) y colabora regularmente para medios de México, España, Chile, Perú y otros países. También es uno de los editores de la revista-blog Mundo Abierto.

A pesar de estar tan ocupado, pudo responder esta entrevista especial para Viajes Libres, donde cuenta detalles sobre el libro -que muy pronto se podrá leer en Latinoamérica- y algunas impresiones personales de los viajes y de África. (Las fotos que acompañan la entrevista son de T. G.)

¿»Los Colores de África», sobre qué países trata?
Sudáfrica, Suazilandia, Tanzania y Kenia, en ese orden.

¿Por qué decidiste viajar a África?
África es muy entrañable para mí, en una tercera parte es el origen de nuestra cultura latinoamericana. Me sentía muy curioso y emocionado, aunque también tenía miedo. Ahora lo que tengo son ganas de volver.

¿Cuándo hiciste el viaje y cuánto duró? ¿Fuiste solo?
De mayo a octubre de 2005, fueron cinco meses. La vuelta al mundo fue de 2005 a 2007. De ahí viajé a India. La vuelta al mundo la hice solo, pero con frecuencia me hice de acompañantes, principalmente otros extranjeros, pero a veces gente de ahí también. Viajar solo te permite aprovechar oportunidades, te obliga a ser más sociable y relacionarte, te hace ser más humilde porque dependes más de la buena onda de la gente que te acoge. El novelista Alfredo Conde, uno de los jurados del premio, destacó que, a diferencia de los viajeros decimonónicos, el autor se ponía al mismo nivel que la gente a la que observaba. Yo había percibido que mi actitud era distinta a la de la mayoría -no todos- de los viajeros primermundistas con los que me encontré, más deseosa de comunicarse con la gente local, y la atribuí a mi condición de tercermundista, a que tenía otra perspectiva de las cosas. Desde los países ricos, la pobreza se ve toda igual, como se ve un sistema de barrancas desde el avión, aplastada. Yo podía verla desde un nivel más cercano y percibir muchos de sus matices, notar lo que subía, lo que bajaba, lo que cambiaba. Después me di cuenta de que también mi relación con la gente fue distinta por necesidad, y que al haber recibido su ayuda generosa y su amabilidad, simplemente no podría haberlos visto desde arriba, no se mira con superioridad al que te admite en su casa. Yo los admiré, y eso se nota en el texto.

¿Ya sabías que querías escribir un libro sobre ese viaje o te motivó el concurso?
Desde que inicié la vuelta al mundo sabía que lo escribiría. Ahora me gustaría ver la forma de publicar la parte de Asia y Oceanía, y luego América Latina. El problema es que los proyectos se amontonan: con Vivienne, estamos escribiendo un libro sobre el Camino Real de Tierra Adentro, una ruta colonial española de 3,000 kilómetros que une Ciudad de México con Santa Fe de Nuevo México, y que está repleta de historia y maravillas culturales.

¿Cómo está dividido «Los colores de África» y cuánto tardaste en escribirlo?
Son dos partes. La primera abarca Sudáfrica y Suazilandia y se estructura en secciones dedicadas a cada lugar: Johannesburgo, Soweto, Ezulwini, Zululandia, Durban y otras. La segunda es Tanzania y Kenia y está contada a manera de diario. El material con el que trabajé fueron los reportajes que hice durante el viaje (como no tengo la chequera de Carlos Slim, financié el viaje con colaboraciones desde todos los sitios donde estuve, para medios mexicanos; varias veces me quedé sin dinero porque no había escrito suficiente o, lo más común, porque accidentes administrativos demoraban la llegada de los pagos; pero a final de cuentas, todo funcionó muy bien, ¡bendita sea la internet!) y un blog de viaje, además de notas. Para escribir el libro, lo que tuve que hacer no fue tanto escribir, sino organizar, estructurar e integrar mis escritos previos. Creo que tardé como tres meses.

¿Podrías contar algunos temas que aparezcan en tu libro?
Una de las cosas más dramáticas de África es la epidemia de Sida. En Sudáfrica, 1 de cada 5 adultos tiene VIH. En Suazilandia, 2 de cada 5. Y las respuestas de los gobiernos ante el problema, cuando yo fui (el gobierno sudafricano acaba de cambiar), eran dramáticamente patéticas. Pero la sociedad civil sudafricana está muy activa y presiona mucho para reconducir la batalla. Conocí personajes súper interesantes, como un exprostituto y luchador por los derechos humanos, Zackie Ahmat, y una poeta, Conny Setjeo, ambos con VIH. Y fue muy motivante: visité sitios a donde envían bebés con sida a morir y con amor y buenos cuidados los devuelven a la vida, ¡fue genial!

Otro tema es el del racismo, que muchos blancos aseguran que en Sudáfrica se ha invertido contra ellos, y algunos reaccionan con actos terroristas. Hablé con gente muy diversa, desde negros críticos con el gobierno democrático hasta extremistas de la derecha blanca, incluido un clandestino muy divertido. No puedo resumir aquí el problema, pero vale la pena leerlo.
Y con mis amigos Mac y Laura fuimos al cráter de Ngorongoro y al Serengeti, donde vivimos de cerca la experiencia de la gran migración, millones de animales salvajes en movimiento en busca de agua. Espectacular.

Leí que escribiste sobre Kenia. ¿Tu relato incluye algo sobre los episodios de violencia que ha vivido el país a comienzos de este año?
No, porque estuve en 2005. Pero me tocó presenciar una campaña muy divertida sobre un referéndum constitucional, donde los símbolos asignados a cada campo por la autoridad electoral, naranjas y bananas, le dieron un toque muy cómico al proceso.

¿Cuál es la mirada que planteas en tu libro sobre África?  (Me refiero a que el continente suele estar en la agenda de los medios siempre por los mismos temas: hambre, Sida, malaria, guerras tribales, niños soldados, racismo. Rara vez por la música, por ejemplo)
De cada una de las personas con las que hablé puedo decir es que fueron muy amables, encantadoras. A pesar de que algunas de ellas son extremistas de derechas, y uno es un defensor del terrorismo blanco afrikáner. Es muy difícil entender cómo un tipo tan agradable y bonachón pueda sugerir que eventualmente él mismo podría plantar bombas contra gente inocente. Aún en América Latina, donde la gente es tan amable, los visitantes encuentran difícil entender como un pueblo así puede ser capaz de tanta violencia, con violencia política, social, económica, étnica, de clase, religiosa. En África, esto es más evidente: el enorme calor humano de los africanos, su igualmente enorme capacidad de violencia. Como hipótesis, solamente, plantearía que las sociedades desarrolladas controlan más las emociones de sus ciudadanos, no son tan cariñosos, tampoco tan agresivos. ¿Puede ser que el precio que paguemos por la paz sea el adormecimiento del cariño, el entusiasmo y la espontaneidad? No lo sé.

Mi impresión es optimista y es positiva. Si nos informamos con las notas de dos minutos del telediario, la impresión es contraria. Pero África ha cambiado y sigue cambiando mucho, hay avances. El nivel de debate político que hay en Sudáfrica y en Kenia, aunque nos parezca violento, en realidad está muy adelantado en relación con lo que ocurría en esos países 20 años atrás. Hay una evolución visible, y la gente te lo transmite, está muy involucrada en estos procesos de transformación, ella vive el debate. A mí me deprimían tanto las noticias de la tele que quise ir allá a averiguar qué más pasaba, porque no podía ser todo matanzas y tragedias. Y la noticia que quiero llevar con mi trabajo es que sí, hay problemas enormes, pero además, hay mucha gente trabajando para resolverlos, gente de ahí y de otros lados que de formas muy diversas nos está enseñando que aun en las peores situaciones hay esperanzas y deseos de hacer.

¿Pensás que escribir sobre África puede ayudar a África? 
Creo que es importante que los latinos la conozcamos, porque es parte de nuestra cultura, incluso en los países más blancos, como Argentina. Muchas veces, al estar allá y ver, por ejemplo, cómo bailan, o cómo se interrelacionan, yo decía, “¡ándale!, pues de ahí viene esto que hacemos nosotros”. Como decimos en México, me caía el veinte. Conocerla nos ayuda en primer lugar a nosotros, porque nos ayuda a entender por qué somos así, a aceptarnos y convivir en paz con las diferentes fuentes culturales y étnicas de nuestras sociedades, abre nuestra mente.

También creo que es importante que el sur, entendido como una región cultural del mundo, se conozca a sí mismo, se explique, cree su propia narrativa. Lo que sabemos de Asia y de África, por ejemplo, nos lo han contado viajeros del norte, gente que utiliza sistemas de valores y referencias muy diferentes a los que tenemos nosotros, nos ponen unas gafas de un color que no tiene nada qué ver con nosotros ni con lo que nos describen, sino con Inglaterra, Alemania o Francia. Nosotros tenemos que recorrer el sur para descubrir con ojos propios cómo es Tanzania, cómo es la India, cómo es la Australia aborigen y cómo es el pueblo rapa nui. Dejar de depender de la intermediación de los viajeros del norte, que por buenos que sean, no dejan de tener perspectivas e intereses adecuados a su ámbito cultural, no al nuestro.

En cuanto a África, establecer comunicación, conocerlos y hacer que nos conozcan, ayudará a que tenga más canales de crecimiento, no sólo el de su contacto con los países industrializados y con China. Y esto también puede tener una expresión de solidaridad. Hace poco recibí un e mail de una mujer que leyó un artículo mío en una revista y vio la foto de un niño (que yo no tomé), y quiere tratar de hacer contacto con ese niño para “adoptarlo”, o sea, para comprometerse a enviarle una cantidad periódica que le permita tener un buen futuro. No es posible contactar a ese niño, mucho menos enviarle dinero porque está en una zona rural de Chad y allí no se maneja dinero, pero le voy a ayudar a encontrar una ONG con programas de infancia en África para que colabore. De ésa y de muchas otras maneras puede dar resultados el trabajo que hace la gente que nos trae noticias de África. Y a mí me causó una emoción mayor que la de haber ganado un premio.

¿Está escrito en primera persona? ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción ?
Primera persona y realidad pura y dura.

¿Cuándo y por qué comenzaste a escribir sobre viajes?
Fue natural. Iba a lugares y quería contar lo que veía. En 2000 empecé a enviar e mails masivos a mis amigos, lo que llamé en broma Serviçâo do Informaçâo do um tal Temoriçâo, eso se convirtió en página web y eventualmente en blog, y como ya trabajaba como periodista free-lance, también escribí sobre ello y así pasó.

¿Qué es lo que más te motiva de viajar?
En principio, es un impulso irracional. Siento que quiero ir, veo una imagen por ahí o un mapa (me apasionan los mapas), y digo, ¡quiero ir! Me emociona llegar a un lugar extraño y difícil de entender, aunque con frecuencia también me da miedo. Conocer gente, preguntarle qué piensa y descubrir que ve las cosas de una manera que yo ni siquiera imaginaba, a veces totalmente opuesta a la mía. Ya en un plano racional, el objetivo de mi trabajo periodístico es descubrir a la gente de cualquier condición que trabaja para resolver los problemas y salir adelante. Problemas hay, lo sabemos bien, y yo sólo voy a constatarlos. Pero lo que me interesa es quién está ahí y, en lugar de dejarse aplastar por realidades terribles, las enfrenta y resuelve. Eso me motiva muchísimo y tengo la idea de que llevar la noticia motivará a mucha gente más.

¿Buscás algo cuando viajás? (historias, paisajes, anécdotas, gente)
Todo eso.

En un post reciente escribiste que te sentís más cercano a tu yo de los 19 años que a los vecinos que posiblemente tendrías en el hotel elegante donde te alojaste para la entrega del premio. En definitiva ellos serán tus futuros lectores o al menos parte de ellos. ¿Pensás que tu libro los acercará a su yo de los 19 años? Creés que cada vez es más difícil mantenerse cerca de un yo con los mismos valores de la juventud?

Bueno, la juventud es un valor muy manoseado, ¿no?, cada quien entiende lo que quiere con ello. Es cierto que a mí me gustaría un mundo menos obsesionado con el lujo. Pero no busco acercarlos a su juventud, sino a la gente que hace cosas. Me parece que este libro trae una visión muy honesta y fresca, libre de consignas ideológicas, no trato de demostrar nada. La tele sí que trata de demostrar algo, o que África no sirve para nada, o que tenemos que aliviar nuestras conciencias dando un peso para un teletón proafricano, lo plantean como una obligación. Yo siento que si despojo esta historia de consignas y presento las cosas grandes que está haciendo la gente, conseguiré una mejor comprensión de las cosas y, posiblemente, una ayuda más comprometida y más eficaz. Sobre todo: hay que explicar que los africanos no están ahí, nada más en su desastre, esperando que les demos y les demos y les demos. Los africanos también trabajan. Y nos dan grandes ejemplos.

Ahora que lo recibiste, ¿te parece que un premio puede servir como estímulo para querer ganar nuevos premios? ¿O escribir nuevos libros?
A menos que escribas con el objetivo de hacer bestsellers (y que sepas cómo hacerlos), escribir libros no te deja un peso. Yo vivo de escribir para revistas, no de libros. Son muy pocos los Coelhos y las Rowlings que se hacen ricos con libros. Pero tenemos que escribir. Y los premios ayudan. No escribí para ganar un premio, sino porque quería contar lo que me pasó y porque pensaba que tenía un mensaje qué llevar. El premio me ayudará a escribir más.

¿Qué creés que es lo que más impactó al jurado sobre tu texto?
Alfredo Conde destacó los rasgos de humor y el estar al nivel de la gente. Después me dijo que la mayor parte de los libros de viajes son más sobre el viajero y sus hazañas, que sobre los sitios que recorre y la gente que vive allí. Me pidió en broma que no fuera a llenar el libro, cuando se publique, de fotos de mí mismo. Así que supongo que eso influyó. Pero de algo puedo presumir: varias personas me dijeron que la decisión del jurado fue unánime y que desde los lectores (la gente que lee los manuscritos presentados y hace una preselección para el jurado) ya se pensaba que ése era el más gustaba.

Como lector, ¿qué tipo de relatos de viajes te atraen?
Los que me involucran con buen tacto en un problema del sitio, puede ser social o espiritual o filosófico o cultural o ecológico o de tradiciones, pero me gusta que el viajero trate de entender lo que está viendo y me lo explique. La mayor parte de la literatura de viajes son descripciones superficiales. Y lo peor, creo, son los viajeros que no se bajan del bus con aire acondicionado ni comen o beben con la gente común. A ésos no los leo.

¿Cuál es tu próximo viaje?
Cuba, en diciembre. Se cumplen 50 años de la victoria de la revolución y quiero preguntarles a los cubanos qué esperan de los próximos 50.

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4 respuestas a Los colores de Africa, según Témoris Grecko

  1. andrea anger dijo:

    Algo tan rico, no puede ser pasado por alto! Gracias, de veras muchas gracias!!!!

  2. Ignacio Feito dijo:

    Felicidades por tu excelente crónica, turismo con conciencia social.

    Y muchísimas felicidades también por tu libro contra Serrano Limón!

  3. Coralee dijo:

    wLtmb3 Touchdown! That’s a really cool way of putting it!

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