Cada vez que leo una noticia relacionada con los viajes espaciales me acuerdo de una historia mínima que le pasó a una amiga cercana.
En estos días volvió el tema. Virgin Galactic está en su fase de pruebas. Vi un video sobre el despegue exitoso de una nave que a fines de 2011 llevaría los primeros turistas al espacio. Entonces, una vez más, lo recordé.
Resulta que mi amiga tenía un novio que escribía para revistas de viajes de varios países. Un tarde de noviembre, hace unos dos años, ellos caminaban por una playa del Pacífico. Iban de la mano. El sol, naranja como una mandarina, estaba a punto de entrar en el mar. La brisa salada los acompañaba, la playa casi vacía.
Se sentaron un momento en la arena húmeda, entonces él se lo dijo: «Me preguntaron si me puedo ir al espacio».
Absorta en el atardecer, ella tardó en procesar la frase que todavía rebotaba en el aire. Hasta que reaccionó:
-¿Qué? ¿Adónde? ¿Cómo?
-Eso. Una revista colombiana quiere que empiece a escribir columnas en las que me vaya preparando para el gran momento. Ellos van a conseguir un viaje y quieren que yo vaya… al espacio.
-¿Espacio? Más despacio, por favor
-Es-pa-cio.
No le habían explicado demasiado, ni siquiera los editores que se lo preguntaron sabrían mucho. Pero tenía que dar una respuesta: ¿Podía o no podía ser un candidato para irse al espacio?
Hablaron un rato del tema. Mientras él le contaba lo que sabía de los viajes al espacio, ella se imaginaba a Ménem en esa famosa inauguración de un ciclo lectivo en Salta: «…Esas naves espaciales van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera..». Pensó en V Invasión extraterrestre, en George Lucas y en su chico vestido de astronauta, durmiendo en una remota estación espacial. No dijo mucho, pero incluso el atardecer le pareció insignificante comparado con el esapacio.
El día siguió, hablaron de trivialidades, cenaron, pero cada uno, en lo profundo de su ser, pensaba en el espacio. Tarde, ya en la cama, haciendo cucharita, ella lo abrazó muy fuerte y le susurró al oído: «No te vayas al espacio». El también la abrazó y le respondió: «Pídemelo otra vez».
***
Tiempo después, mi amiga se separó de su novio. Los viajes al espacio no tuvieron nada que ver. Finalmente, él no salió de la atmósfera ni remontó la estratósfera. Quizás algún día lo haga. Quizás ese día le mande un mensajito desde su Blackberry. Seguramente se reirán de este recuerdo mínimo.