Especial Cuba: animales afectivos

animalesafectivos.JPGcubaflag1.gifLa mujer que está ahí, atrás de todo el jaulerío, se dedica a vender animales afectivos, como me dice antes de abanicarse con un envión capaz de derribar una casa pero jamás este calor.

Se llaman así porque son animales de compañía. Además de los perros, que no tienen mucha salida en Cuba, están las aves. Cacatúas, canarios y jilgueros, que comen menos y, como me comenta la mujer, «no sólo cantan, también hablan; pueden decir hola y piojito».

Este puesto está en el barrio chino de La Habana. La capital de Cuba tiene algunos cientos de chinos que alguna vez fueron miles. El boliche de la rubia, que es el boliche del Estado, queda en el Pasaje del Cuchillo, entre restaurantes con farolitos rojos y dragones de papel. El aire huele a camarones y jengibre y en los carteles se leen nombres como Tien Tan, Tres Chinitos y Flor de Loto. No vende tocororos, el pájaro nacional de Cuba que lleva en su plumaje los colores de la bandera, ni ninguna de las 350 especies autóctonas de la isla.

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Un animal afectivo en su versión ave cuesta entre 5 y 10 CUC (peso cubano convertible). Está en precio convertible porque muchos cubanos residentes en el extranjero o turistas, según me dijo ella, se los llevan a su país. A diferencia de los cubanos, los animales afectivos no necesitan pedir permiso para salir del país. Se compran con la licencia para viajar.  Tal vez por eso hay un local como éste, un poco más grande, en el Aeropuerto Internacional de La Habana José Martí, justo abajo de la escalera mecánica que va al segundo piso. Ese es un poco más fancy, tiene jaulas de colores y los pájaros cuestan unos pesos más.

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Especial Cuba: los anteojos de John Lennon

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cubaflag1.gif Memoriales de Lennon hay en muchas ciudades del mundo. En lugares obvios, como Nueva York, donde lo mataron, y Liverpool, donde nació. Y también en sitios menos imaginados como Praga y Hamburgo, donde se está construyendo un monumento de los Fab Four en el barrio St. Pauli.

También, y no desde hace mucho hay una estatua de Lennon en La Habana, donde las canciones de los Beatles estuvieron prohibidas durante los años sesenta por ser consideradas “decadentes”.

Llegué hasta el monumento con Artemio, un chofer de cocotaxi. Tenía la piel tostada y los ojos azul Caribe. Todos los cubanos saben que Fidel está enfermo hace «un año y dos meses» y también saben otras cosas de Fidel. Artemio me contó que cuando se inauguró el monumento a Lennon en La Habana, el 8 de diciembre de 2000, Fidel estaba sano y se apareció sin avisar. Junto con Silvio Rodríguez destapó la sábana que dejó ver al cantante en bronce.

El Parque Lennon, donde está el monumento, queda en Vedado, no muy lejos de la Plaza de la Revolución, frente a una casona renacentista pintada de celeste pastel. glasses1.jpgSe lo ve cómodo a John Lennon, sentado en un banco de bronce y con el brazo en el respaldo dispuesto a abrazar al que se siente a su lado. Lo rodean unos árboles de sombras espesas que le dejan bocanadas de brisa. Pero hay algo que falta y no me doy cuenta qué es.

A medida que me acerco lo noto. Lennon no tiene sus clásicos anteojos redondos. Y sin ellos no parece Lennon. Antes de que me lo pregunte dos veces aparece un viejo estilo los que ya no están de Buena Vista Social Club –hay cientos así en La Habana- y le pone las gafas.

Me explica que un borracho le pateó los anteriores y los hizo añicos. Desde entonces, él y un compadre son los encargados de cuidarlos.  Entre los dos le ponen y le sacan los anteojos al cantante unas 100 veces al día. Como buenos compañeros de trabajo, se turnan, comparten la propina y conversan mientras fuman su habano marca Crédito, uno que no se vende a los turistas.

Ni bien termino de sacar la foto, llega otro viejo estilo Buena Vista, con guayabera color café y un bolsito colgando. Me ofrece CDs grabados de Lennon por 2 CUC. Creo que con uno más que venga podríamos hacer un Parque Lennon Social Club. Edad tienen de sobra -los tres pasaron los 85-, el son lo llevan adentro y público en Cuba hay para todo.

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Especial Cuba: los coco taxis

cubaflag1.gifcocotaxi.JPGMe gusta el trópico, la vegetación amiga de lo húmedo, el calor y el aire de mar que llega desde el Malecón. Por eso, prefiero un coco taxi a los modernos Peugeot con aire acondicionado de la cadena OK. Ni siquiera lo cambio por los Mercedez negros que se estacionan en la puerta de los cinco estrellas.

El coco taxi es una de las maneras que usan los turistas para viajar de un lugar a otro de La Habana. Están en circulación desde 1998, pueden llevar sólo dos pasajeros  y tienen un “carapacho” o caparazón, que en realidad es medio caparazón amarillo, y se supone que se asemeja a un coco. De ahí el nombre.

Hay una variante de los coco que se llama colonial y se parece bastante a los rickshaws de la India.

No cuesta más barato que un taxi común. Para llegar desde la zona residencial de Vedado, donde están la heladería Coppelia, el cine Yara y el fabuloso Hotel Nacional de los que ya les contaré, hasta La Habana Vieja pago 4 CUC o pesos convertibles cubanos, la moneda con la que debe manejarse el turista. En un próximo post hablaremos del cambio y la moneda en Cuba, pero 4 CUC son un poco más que 4 dólares.

El pariente pobre del coco se llama bici taxi, una bicicleta que también puede llevar dos pasajeros pero no usa motor, es tracción a sangre. En la foto, viene un poco más atrás y en general, siempre viene más atrás. Hace unos años años se pusieron de moda en el Soho de Londres, solo que uno tanto más caros. En La Habana la usan mayormente los cubanos, pero no exclusivamente.  

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Además de los coco y los taxis están las «guaguas» (ómnibus) y los caminones (ómnibus con motor  y frente de camión) que usan los cubanos. El problema que es suelen estar muy llenos. Se necesitarían varios puñados de japoneses empujadores para lograr que entren todos los que hacen fila en la “piquera” o parada.

Lo último: para ir al barrio Miramar conviene tomar un taxi común porque los coco no pueden transitar por la Quinta Avenida, la más linda, donde están las embajadas y las monumentales mansiones anteriores a la Revolución. Puede pasarles que se vuelvan fanáticos del coco taxi. En ese caso, a bajarse antes y caminar. Mejor, claro, si es al atardecer.

¿Viajaste alguna vez en coco taxi?

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Especial Cuba: Internet

cubaflag1.gifEn unos minutos, cuando suba este post habré pagado 12 dólares la hora de Internet. Estoy en Cuba y aquí la hora de conexión es tan cara como tres mojitos en el mejor hotel de La Habana. Casi inaccesible para los cubanos que, si no trabajan en turismo o en alguna empresa extranjera, ganan entre 12 y 20 dólares al mes.

intercuba.gifSólo 3 de cada 100 habitantes tienen acceso a Internet. Y no pueden navegar libremente. Igual que la salida del país y las noticias, Internet está controlado. No es raro que aparezcan carteles como «Esta página se cerrará por una cuestión de seguridad de Estado», como le pasó el año último a la periodista Claire Voeux cuando estuvo en La Habana para la Cumbre de Países No-Alineados. El estado cubano está decidido a cuidar que Internet no sea usado en forma «contrarrevolucionaria».

Por eso, ayer cuando conocí a Pedro Wong en el Barrio Chino de La Habana me dio un correo electrónico extrañísimo, lleno de números y sin nombre.

Por eso, antes de ayer, cuando conocí a Alfredo J. en el edificio Bacardi no me reveló su correo a pesar de haberme revelado que se escapó de Cuba en una patera y lo detuvo una patrulla americana en alta mar. Prefirió dejarlo así, me explicó que sería un problema pedir permiso, encontrar una máquina, gastar dinero. Me dijo: «mejor no» y se encendió un cigarrillo Popular para saborear la despedida.

En La Habana los turistas chequean Internet en los hoteles. Algunos, como el tradicional Tryp Habana Libre, el antiguo Hilton, tienen cabinas amplias tipo oficinas, donde en general hay demora. Otros, como el Sevilla, pusieron seis máquinas en el lobby. La hora cuesta entre 10 y 15 dólares y no alcanza para mucho. Como la conexión es vía telefónica abrir una página puede llevar cómodamente más de un minuto.

intercuba1.jpg Aún a pesar de esa lentitud, muchos cubanos anhelan la conexión. Uno de ellos es el periodista y director de la agencia de prensa independiente Cubanacán Press, Guillermo Fariñas Hernández, quien en 2006 hizo cuatro meses de huelga de hambre pidiéndole a Castro el libre acceso de Cuba a Internet. Estuvo a punto de morir y no consiguió su pedido. Sí, en cambio, le dieron un premio internacional en diciembre del año pasado.

El estado cubano se jacta de impartir educación a sus habitantes, y sin embargo el acceso a la Red está totalmente controlado. Siempre hay excepciones, claro, y en general tienen que ver con «los hijos de» que aquí también existen y, como en todo los países, comunistas o capitalistas, tienen privilegios y son niños mimados.

Esta es la primera de las tantas contradicciones que encontré en Cuba, en el año 49 de la Revolución. En el transcurso de las próximas semanas iré contando más anécdotas, paisajes y datos útiles de la mayor de las antillas y la isla más especial del Caribe. Ahora sí, termino de una vez. El marcador dice que ya van 18 dólares. Se me fue otro mojito y medio.

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Mi superagente

agente.jpgEl agente de viajes pasa por su peor momento: Internet, la mala fama, las guías de viajes y muchas veces el descrédito inspirado por las agencias truchas y los turistas que vuelven poco conformes con sus hoteles o excursiones.

Imaginaba un porvenir negro para el agente de viajes, cuando conocí a Mirta. Estábamos en la playa, frente a unos tragos en un día de sol perfecto. Mirta tiene unos 70 años y es viajera fanática. Aún en los momentos más difíciles de su vida se las arregló para viajar.

Le pregunté cómo había elegido esta playa, y me dijo: «Yo tengo una agencia de viajes». Creí que ella era la dueña de una agencia y enseguida me mostré interesada. Podía ser una potencial anunciante de Viajes Libres… Pero no, Mirta tiene su agencia de viajes de confianza, a la que va siempre. Igual que se va a la peluquería.

«Mi agente sabe lo que me gusta:una playa que tenga un pueblito cerca, agua tibia y sol. A partir de eso me propone y la escucho. Los últimos cuatro viajes seguí sus consejos. Hasta crucé el Atlántico porque me recomendó Mallorca, mirá si no la escucho».

¿ Cuál es el futuro del agente de viajes? 

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¿Islas todo incluido?

islamargarita.jpgRepublica Dominicana, San Andrés (Colombia), Jamaica, Aruba, Puerto Rico, Sint Maarten/Saint Martin y Cuba, islas que cada vez más se venden como resorts todo incluido. Los turistas llegan en busca de playas de folleto, trago y comida hasta decir basta y vacaciones prácticas, nunca libres.

En Sint Maarten está la cadena Sonesta; en Colombia, Decameron; en Jamaica, Sandals y en Cuba, las españolas Melia y Barcelo, entre otras. Mar turquesa y cálido, arena blanca y fina, sol garantizado -si es que no llega un huracán inesperado- y un hotel con varios restaurantes y espacios dedicados al entretenimiento.

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Si uno quiere comer todo el día es posible. Igual que en los cruceros. Si uno quiere tomar daiquiri o margarita o cerveza todo el día, tambien es posible. Igual que en los cruceros que navegan esta zona.

El que entre en un todo incluido de una isla del Caribe sentirá que llegó en la mitad de una fiesta. Y quizás nunca sepa es una fiesta sin fin, que dura más del tiempo que uno se quede en la isla. Aunque no hay tragamonedas ni ruletas, estos hoteles recuerdan en el ambiente a los casinos de Las Vegas, donde el show siempre sigue.

¿Qué dejan afuera los todo incluido? 

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¡Santas ratas!

ratasdeshnoke.jpgEl otro día, caminando por San Telmo, vi una rata de paseo por las alcantarillas. No estaba apurada ni asustada. Se la veía acostumbrada al barrio, como sintiéndose dueña de algo. Al menos de un pedazo de adoquín.

Me recordó a las ratas sagradas que corren alegremente en un templo en Deshnoke, en Rajastán, al noroeste de la India. Cuando saqué esta foto, una me dio un coletazo peludo en el talón que todavía recuerdo.

Caí en el lugar de casualidad porque unos 30 kilómetros al Sur, en Bikaner, un festival de camellos, y un sikh con un turbante amarillo como la arena de aquél desierto, preguntó si ya había visitado el Templo de Karni Mata. Hay tantos templos y dioses y reencarnaciones de dioses que pensé que sería uno más. Pero el moreno grandote de la etnia sikh dejó claro que este templo era diferente a todos.

 ratasdeshnoke1.jpgEn el camino me enteré que la diosa Karni Mata era una de las tantas reencarnaciones de la diosa Durga, y que los devotos se acercan desde el siglo XV a rendirles homenaje a miles de lauchas hambrientas, llamadas kabbas, que serían reencarnaciones de Kami Mata.

En este lugar hay más de 20.000 ratas, que son diariamente alimentadas con leche y una mezcla harinosa y azucarada que las vuelve locas. Una curiosidad así atrae a los turistas que como en cualquier templo hindú deben quitarse los zapatos. El único detalle es que aquí las ratas andan sueltas y excitadas, corriendo de un lado a otro del piso y pasando sobre empeines y dedos de los pies. Dicen que trae buena suerte. Eso uno podrá creerlo después de sobrellevar el asco, algo que no muchos turistas logran. Quizás por eso, también está permitido quedarse en medias. Parece que los aullidos de la gente molestaron a las ratas.

Volviendo a la rata de San Telmo, después de este flashback de India, hasta me parece que estaba medio deprimida. ¿Estará contagiada del tango? ¿O se habrá enterado que el paraíso existe y se llama Deshnoke?

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Moleskine: del anotador al blog

moleskine_van_gogh.gifLos anotadores negros Moleskine son una coquetería ya clásica para el viajero. De cómodo tamaño bolsillo, fueron usados por artistas e intelectuales famosos, como Van Gogh, Chatwin, Picasso y Hemingway.
Nunca tuvieron mucha publicidad y siempre estuvieron ahí, en boca de todos. A mediados de los años 80, la familia que los fabricaba en Francia cerró las puertas y silenciosamente se dejaron de hacer… sólo por un tiempo. Desde fines de los 90, la firma italiana Modo&Modo desempolvó la marca y los trajo nuevamente al ruedo con una idea: “Las Moleskine son un reservorio de ideas y sentimientos, una batería que guarda descubrimientos y percepciones y cuya energía puede conservarse en el tiempo”. Los fanáticos, que las coleccionan y no viajan sin su cuaderno Moleskine deben saberlo, pero los que recién las conocen quizás no: en Barcelona y Madrid los distribuye la librería Altaïr y ya tiene varios formatos agotados (cuestan desde 10 euros).

 moleskini.gifEn esta segunda vuelta, Moleskine vino con todo. El año pasado presentó un anotador especial por ciudades, con páginas en blanco, pero también con información de paseos, transporte y datos útiles. Ya se pueden encontrar las guías/cuaderno de las principales ciudades europeas y algunas de Estados Unidos (15 euros). En los próximos meses se presentan las de Montreal y Los Angeles, entre otras. De América Latina, por ahora ni noticias…

 blogmaplittle.gifLa última novedad de Moleskine no tiene nada que ver con el universo tangible. Hace unos meses lanzó blogs de ciudades con buena información para viajeros libres, desde un tour guiado por los caminos de Gandhi en Londres hasta la noticia de un nuevo parque público en Nueva York, el High Line. Por ahora, el sitio tiene blogs Roma, París, Milán, Londres y Nueva York. Pero hay varios en camino, los nuevos modelos de Moleskine.

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Los caminos de Santiago

santiagoperegrino.jpgCerca de cien mil peregrinos de más de cien paí­ses hicieron el año pasado el Camino de Santiago. Uno de ellos fue Andrés Gader, que me contó su experiencia desde una cabina telefónica de un pueblito mínimo de Irlanda. Llamó una tarde, no muy lejos de esa tarde en la que pensé en escribir un post sobre el Camino de Santiago.

Gader nació en Río Gallegos. Tiene 34 años y es guía de turismo. Durante los meses de calor vive y trabaja duro en El Calafate. El resto del año elige viajar. «No tengo ni auto ni casa ni novia», me comentó. Termina de trabajar y se va de viaje.

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El año pasado decidió hacer el Camino de Santiago. A pie, como el 77% de los peregrinos. El resto lo hace en bicicleta y a caballo. El Camino es un conjunto de pistas, rutas, caminos, sendas que suben y bajan, que atraviesan pueblos, campos, bosques y ciudades, y llegan a Santiago de Compostela, en Galicia. Según el dicho, empieza cuando uno sale de su casa. Y no es tanto un dicho, al parecer. Cuenta Gader que en su viaje encontró un holandés que un día abrió la puerta de su casa y comenzó a caminar, atravesó Francia y España. Después de más de 3000 kilómetros llegó. 

Desde el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago, a principios del siglo IX, el lugar se transformó en un destino de peregrinación que seguían hombres de toda Europa. Durante mucho tiempo esas rutas y caminos estuvieron olvidados, pero el auge del turismo religioso los ha puesto de moda y hoy existen varias rutas y mucha infraestructura turí­stica.

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El Camino Francés, que parte de Saint Jean Pied de Port y llega después de 780 kilómetros a Santiago, es el más frecuentado. Hay refugios y albergues para el peregrino, que cuestan entre 5 y 10 euros y están atendidos por hospitaleros. También hay bares que tienen el menú del peregrino -unos 7 euros- y está bien señalizado, siempre con flechas amarillas y vieiras.

El año pasado fue la segunda vez de Gader. La primera habí­a sido en 2004, Año Jacobeo. Se usa ese nombre cuando el 25 de julio, dí­a de Santiago Apóstol cae domingo y se abre la puerta del perdón en Roma y en Santiago. A los peregrinos que recorrieron por lo menos los últimos 100 km caminando o en bici les dan la Compostela, un pergamino escrito en latí­n que acredita que hiciste el camino y tenías perdonados los pecados. 

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Cuando uno comienza el camino le entregan una especie de pasaporte que se llama Credencial del Peregrino y se sella en cada albergue. Hasta ahora habí­a varios tipos de credenciales, pero ojo que a partir de 2009 sólo se aceptará una para recibir la Compostela.  

El año pasado, Gader hizo el Camino Aragonés, unos 860 kilómetros desde Somport hasta Santiago y 120 más a Finisterre. Tardó 37 días y tuvo ampollas «de agua y de sangre». A pesar del dolor siguió caminando. Hubo dí­as en que caminó 30 kilómetros y otros 6 o 7. Depende del estado fí­sico, pero más de la voluntad. «Si no estás preparado mentalmente para estar con vos, no lo terminás», afirma el joven y agrega que en el camino pasan cosas extrañas, que él se enamoró, que se le murió un hombre en sus brazos («Al Camino muchos vienen a morir»), que se cruzó con brujas y chamanes y que los amigos que uno se hace ahí­ son para toda la vida.

El próximo Año Jacobeo es en 2010, pero Gader quiere hacer por tercera vez el Camino antes, quizás el año que viene. «Igual, no sé dónde estaré dentro de un mes, así­ que no te podría asegurar una fecha», dijo y me explicó que le cerraban la cabina, que tení­a que cortar.

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Kit de imágenes útiles

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Algunos creen que es mejor no perder tiempo, ni siquiera en las vacaciones. Que llegó el fin de las mí­micas largas en paí­ses exóticos, que mejor es mostrar el objeto deseado de una vez. «Quiero comer pollo, ¿lo ve?». Ni siquiera importa el idioma de esta frase, la foto dice todo.

Point it es una guí­a con más de 1200 imágenes útiles para viajeros que no se quieren ver envueltos en apuros idiomáticos ni en malos entendidos. 

La idea la tuvo el arquitecto suizo Dieter Graf, en un viaje a la India hace más de treinta años. Como buen suizo debe será fanático de la corrección, y se encargaba de fotografiar elementos recurrentes en un viaje, desde un cepillo de dientes, un taller mecánico y un inodoro hasta una vaca, un langostino y un mapa del mundo. El libro es pequeño, barato (desde 6 euros) y ya va por la sexta edición. Apareció por primera vez en 1993, y ya vendió casi dos millones de ejemplares.

¿Te lo comprarías?

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