Cerca de cien mil peregrinos de más de cien países hicieron el año pasado el Camino de Santiago. Uno de ellos fue Andrés Gader, que me contó su experiencia desde una cabina telefónica de un pueblito mínimo de Irlanda. Llamó una tarde, no muy lejos de esa tarde en la que pensé en escribir un post sobre el Camino de Santiago.
Gader nació en Río Gallegos. Tiene 34 años y es guía de turismo. Durante los meses de calor vive y trabaja duro en El Calafate. El resto del año elige viajar. «No tengo ni auto ni casa ni novia», me comentó. Termina de trabajar y se va de viaje.

El año pasado decidió hacer el Camino de Santiago. A pie, como el 77% de los peregrinos. El resto lo hace en bicicleta y a caballo. El Camino es un conjunto de pistas, rutas, caminos, sendas que suben y bajan, que atraviesan pueblos, campos, bosques y ciudades, y llegan a Santiago de Compostela, en Galicia. Según el dicho, empieza cuando uno sale de su casa. Y no es tanto un dicho, al parecer. Cuenta Gader que en su viaje encontró un holandés que un día abrió la puerta de su casa y comenzó a caminar, atravesó Francia y España. Después de más de 3000 kilómetros llegó.
Desde el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago, a principios del siglo IX, el lugar se transformó en un destino de peregrinación que seguÃan hombres de toda Europa. Durante mucho tiempo esas rutas y caminos estuvieron olvidados, pero el auge del turismo religioso los ha puesto de moda y hoy existen varias rutas y mucha infraestructura turística.

El Camino Francés, que parte de Saint Jean Pied de Port y llega después de 780 kilómetros a Santiago, es el más frecuentado. Hay refugios y albergues para el peregrino, que cuestan entre 5 y 10 euros y están atendidos por hospitaleros. También hay bares que tienen el menú del peregrino -unos 7 euros- y está bien señalizado, siempre con flechas amarillas y vieiras.
El año pasado fue la segunda vez de Gader. La primera había sido en 2004, Año Jacobeo. Se usa ese nombre cuando el 25 de julio, día de Santiago Apóstol cae domingo y se abre la puerta del perdón en Roma y en Santiago. A los peregrinos que recorrieron por lo menos los últimos 100 km caminando o en bici les dan la Compostela, un pergamino escrito en latín que acredita que hiciste el camino y tenías perdonados los pecados.

Cuando uno comienza el camino le entregan una especie de pasaporte que se llama Credencial del Peregrino y se sella en cada albergue. Hasta ahora había varios tipos de credenciales, pero ojo que a partir de 2009 sólo se aceptará una para recibir la Compostela.
El año pasado, Gader hizo el Camino Aragonés, unos 860 kilómetros desde Somport hasta Santiago y 120 más a Finisterre. Tardó 37 días y tuvo ampollas «de agua y de sangre». A pesar del dolor siguió caminando. Hubo días en que caminó 30 kilómetros y otros 6 o 7. Depende del estado físico, pero más de la voluntad. «Si no estás preparado mentalmente para estar con vos, no lo terminás», afirma el joven y agrega que en el camino pasan cosas extrañas, que él se enamoró, que se le murió un hombre en sus brazos («Al Camino muchos vienen a morir»), que se cruzó con brujas y chamanes y que los amigos que uno se hace ahí son para toda la vida.
El próximo Año Jacobeo es en 2010, pero Gader quiere hacer por tercera vez el Camino antes, quizás el año que viene. «Igual, no sé dónde estaré dentro de un mes, así que no te podría asegurar una fecha», dijo y me explicó que le cerraban la cabina, que tenía que cortar.