Tesoros y el suelo

La niebla era tan espesa que mirar hacia adelante era como debe ser la ceguera: un mundo de tinieblas. Daba miedo porque no había nada, todo era blanco y vacío.

El jefe de la excursión dijo apenado: «Si el día estuviera lindo veríamos lejos, hasta Catamarca». Y también: «Si el día estuviera lindo, esos paredones serían rojos y allá atrás verían una cascada y podríamos divisar un cóndor».

Pero el día no estaba lindo y para donde mejor se veía era para abajo.

Entonces, acaso en un acto zen, no deseé otra cosa y miré para donde mejor se veía y para donde era posible. Encontré tesoros. Líquenes, yuyitos mínimos, musgos, tomillo silvestre, ajenjo, flores más chicas que una moneda de diez centavos, amarillas, rojas, lilas, helechos escondidos, piedritas, guijarros y hasta una yareta en forma de corazón.

A continuación, una galería de mis descubrimientos riojanos a unos tres mil metros sobre el nivel del mar. Sin sol.

 

 

 

 

Esta entrada fue publicada en A propósito de, Anécdotas, Argentina, Check in, Destinos, Homenaje, Recomendados, Turismo ecológico, Turismo rural. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta