«¿Ya hablé del perfume del jazmín? Ya hablé del olor a mar. La tierra es perfumada. Y yo me perfumo para intensificar lo que soy. Por eso, no puedo usar perfumes que me contraríen. Perfumarse es una sabiduría instintiva. Y como todo arte exige algún conocimiento de sí misma. Uso un perfume cuyo nombre no digo: es mío, soy yo. Dos amigas ya me preguntaron el nombre, se los dije, lo compraron. Y me lo trajeron: simplemente no eran ellas. No digo el nombre también por secreto: es bueno perfumarse en secreto».
Clarice Lispector. Revelación de un mundo.