Tengo un colega que cada vez que viajo a una ciudad con subterráneo, me pide que le traiga un mapa.
No le interesa tanto usar el transporte como coleccionar los mapas con la información, el color y el diseño de las líneas de tren y sus recorridos. Dando un repaso a los diarios del domingo, encontré una noticia que le interesaría. Lo voy a llamar.
Es una columna en la que el periodista Jonathan Glancey, del periódico The Guardian, se pregunta con preocupación sentimental, qué pasará con el icónico mapa del tube de Londres en enero próximo, cuando la Oyster Card, una tarjeta electrónica prepaga, integre finalmente todos los servicios de trasnporte de la ciudad: desde los subtes céntricos hasta los trenes suburbanos, el Docklands Light Railway y los barcos del Támesis. Todo.
Conscientes de la pérdida, los diseñadores han trabajado para que la nueva información
entrara en el mapa, pero es demasiado, y no sería legible. El mapa orginal fue diseñado por el ingeniero Harry Beck en 1931 y forma parte de la vida diaria de los londineses -¡y de los turistas!- pero con los cambios que vienen será insuficiente. Al parecer, habrá que barajar nuevas propuestas.
Los mapas actuales, que combinan la información del transporte terrestre con el subterráneo y las distintas zonas tarifarias son cada vez más difíciles de leer. ¿Qué hubiera hecho Beck? se pregunta Glancey y enseguida se responde que tal vez el ingeniero hubiera tomado una decisión drástica, hasta romper su propio diseño y volver a empezar.
Los nostálgicos, mi colega incluido, no pierdan tiempo y asómense a la edición online de The Guardian, donde se puede ver una galería de fotos de los mapas del underground según pasan los años.
(Post dedicado a E.R.)

Me los imagino sedientos, caminando por un pueblo oscuro, de bosques y lluvia espesa en el noroeste de Estados Unidos. Los veo rubios y desesperados, con la lengua afuera, colgando; locos en busca de la emoción -y la memorabilia- de Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse y Amanecer, la saga de novelas que vendió más de 70 millones de copias y se convirtió en
Como la serie fue filmada en el pueblo, se puede ver la casa de Swan mientras vivía con su padre Charly y comprar en el mall donde ella compraba y comer un menú Twilight. ¿Para dormir? Un bed & breakfast que alguna vez se llamó Miller Tree Inn pero ahora es
La foto en el bosque penumbroso, el buzo con la leyenda «Forks muerde», dientes de vampiro, hebillas con la cara de Eduard, postales rojo sangre donde se lee la frase del libro: » Y es así como el león se enamoró de la oveja» son 


Hoy es un buen día para contar algo sobre los quilombos y sobre el negro Zumbi. Es feriado en Brasil, no hay bancos y el transporte y los comercios tienen un servicio reducido. Hoy se celebra el 314 aniversario de la muerte de Zumbi dos Palmares, el negro que asumió el mando del histórico Quilombo dos Palmares, la primera ciudad de esclavos fugitivos organizada en el siglo XVI en lo que actualmente es el Estado de Pernambuco.
Hay órdenes que no me molesta escuchar. “Te vas a un safari de lujo en Africa”, por ejemplo. Enseguida me imaginé durmiendo en lodges de pocas habitaciones y muchas estrellas, rodeada de millonarios excéntricos, que pagan mil euros por día (y veinte mil más si quieren matar un elefante) y empleados que se inclinan apenas uno pestañea.
El primer hotel, en Windhoek, capital de Namibia, alcanzaba raspando las dos estrellas. El lujo empezará mañana, pensé. Al día siguiente, en vez del lujo vino un camión con mochileros europeos, bastante tierra y ventanas amplias. Tampoco llegaron los leopardos ni los leones, pero los escuché rugir, una noche de luna llena. Tan cerca que tuve que darme vuelta para ver si no estaban en el colchón de al lado.
Pasaron baobabs, tours de jubilados que sí iban a lodges de muchas estrellas y pocas habitaciones, atardeceres sin brisa y un par de motoqueros solitarios. Pasaron tres mujeres con tres bidones vacíos sobre sus cabezas. Después de un rato volvieron a pasar con una mano en la cintura para equilibrar los cinco litros de agua que llevaban sobre sus cabezas. En Africa el agua es un deseo que a veces se cumple y otras no.
Laurinda Santos Lobo fue una brasileña de mucho dinero, gran promotora de la cultura en Río de Janeiro desde 1920 hasta 1946, cuando murió.