Kohnstamm: de autor desconocido a cara familiar

Desde hace varios días su nombre, Thomas Kohnstamm, y el título de su libro, “Do travel writers go to hell?” (¿Van al infierno los escritores de viajes?), aparecen en diarios del mundo, desde Australia hasta Singapur.

El caso comenzó la semana pasada, cuando el tipo declaró en un artículo del New York Observer que siendo autor de Lonely Planet nunca había ido a Colombia para escribir la guía de ese país.
Entre otras declaraciones polémicas, dijo Kohnstamm: “No me pagaron lo suficiente para ir a Colombia. Escribí el libro en San Francisco, con los datos que me daba una chica con la que salía”.

Lonely Planet, la famosa Biblia de los mochileros, que vende seis millones de guías por año y que hace poco se vendió -el 75%- a la BBC, ha dado sus explicaciones. Un vocero de la editorial señaló que en realidad no le habían pedido que viajara a Colombia para efectuar un relevamiento, sino que hiciera una introducción sobre ese país. Según el vocero, Kohnstamm no era más que un investigador de escritorio. En la página oficial, la guía siempre tan preocupada de las necesidades de los lectores hace un update sobre el tema Kohnstamm, en donde cuenta entre otros puntos, que está revisando las otras guías en las que había trabajado este autor. Hasta creó un foro especial para discutir el tema. No me extrañaría que al próximo libro de Kohnstamm lo edite Lonely Planet.

Los medios tomaron la polémica y la reproducen, pero no es fácil encontrar la opinión del autor. World Hum le hizo una entrevista y esto es lo que Kohnstamm opina (en inglés) sobre la bola de nieve que se armó -¿o que armó?- a partir de su libro.

A propósito, ¿de qué se trata el libro? Ya casi no importa, pero uno tiene ganas de saber qué cuenta y cuánto mintió. Si bien ¡todavía no se lanzó! he leído en su página que el libro relata las andanzas de un escritor de viajes, hedonista profesional de una ética cuestionable, que confiesa algunos delitos de su trabajo, considerado por muchos uno de los mejores del mundo. Para muchos pero quizás no para Kohnstamm.

Más allá de la cuestión puntual de si mintió o no mintió cuando hacía las guías, su historia ha generado polémica, y como todos sabemos, la mala publicidad también es publicidad. Lo cierto es que el libro sale a las ventas recién la semana que viene y ya se habló más de Kohnstamm que de cualquier autor desconocido. Porque después de todo y hasta hace un par de días, al chico de apellido difícil lo conocían y recordaban unos pocos, quizás sólo sus amigos. Hoy ya lo conocemos de frente y de perfil. Lo vimos en fotos escribiendo, fumando, buceando; parado y sentado. La cara de Kohnstamm es más familiar que la del propio Tony Wheeler, el fundador del imperio Lonely Planet.

Los periodistas de viajes se podrán ir o no al infierno, pero Thomas Kohnstamm ha logrado que hablemos de él, que sepamos el nombre de su libro y hasta tengamos ganas de leerlo. Ha logrado, además, lo que pocos autores de las Lonely Planet logran: trascender la fotito y la minibiografía de las primeras páginas de la guía y saltar a la agenda de diarios como el New York Times, El Mundo de España; el Times de Londres, la CNN.

Las ventas dirán si el escándalo trae buenos resultados. Todo indica que si. Lo que no dirán es cúantos lo compran para reprocharlo y cuántos por admiración.

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Para los que viajan solos: ¡se alquilan perros!

¿Recorrer el Central Park solo como un perro? Ahora también es posible pasear por el gran parque de Nueva York con un perro. Se acabó la soledad extrema para los viajeros sin compañía. Por lo menos, para los que se van Nueva York, Los Angeles, San Diego o… Tokio. Desde hace unos meses se alquilan perros por el día. Hay muchos para elegir, de distintas razas, colores y edades.

Flexpetz nació en San Diego y ya tiene sucursales en varias ciudades de Estados Unidos. Y está en plena expansión. Después de Nueva York hay planes de seguir por Washington, Londres y más. Además del típico paseo por el día, tienen programas , como el Canine Ambassador Program, orientado a los dueños de los hoteles, para que incluyan el servicio de dog rent como uno más para sus clientes. Todo esto puede sonar bizarro o quizás no tanto en una sociedad fóbica, el tema es que el alquiler de perros se está usando cada vez más por locales y turistas. Tanto, que ya lo catalogan como «tendencia». Hace unos días, el New York Times publicó una nota del fenómeno.

Los animales alquilados fueron rescatados de refugios para perros y, como los niños huérfanos, se ponen felices cuando alguien los saca a pasear. Eso sí, antes es necesario ser miembro, y saber que estar acompañado no es barato. El alquiler de un perro en Nueva York cuesta 45 dólares por el día (los perros sólo se alimentan con Kumpi, considerada la mejor marca de comida para perros del mercado) y la memebresía por mes 250 dólares, con derecho a cuatro alquileres diarios. Además de pagar, el dueño temporario debe asistir a un curso de una hora que lo instruye sobre cómo pasearlo.

En Japón, la tierra del Tamagotchi, esta modalidad funciona hace tiempo. Los perros se alquilan en Puppy the World, un negocio que cobra 20 dólares la hora y 100 por un día con la noche incluida. Aunque también se trata de acompañar, el concepto es aquí es diferente. Los perros trabajan por hora, son unos quince que van rotando y después de cinco años, ¡se retiran! y pasan el resto de sus días en una residencia en Chiba, al sudeste de Tokio.

Puppy the World comenzó en Odaiba en 2003, pero se fue agrandando y llegó a Tokio el año pasado. Allí es un boom porque en muchos departamentos está prohibido tener perros, entonces funciona muy bien un pichicho con contrato temporal. Por ahora son perros, pero el éxito empuja a la expansión, a generar nuevos negocios, así que tal vez dentro de algún tiempo también se alquilen gatos por mes o canarios para cantar en algún evento o loros para animar la fiesta del niño.

Volviendo al Central Park, el turista solitario puede elegirlo con confianza para llevar a su mascota temporaria. Es un lugar especial para ir con perros: tiene áreas de juego, descanso y senderos para que el pichicho mueva la cola sin parar. El dueño temporal podrá hablar sin ser tildado de loco, también hará mimos, reirá y hastá podrá sentir un cuerpo caliente al alcance de su mano. Mientras tanto, la soledad queda en stand by.

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Las tertulias de Henry y tía Augusta

– He reservado dos camas para dentro de una semana en el Orient Express.

La miré perplejo:

– ¿Adónde piensas ir?

– A Estambul, desde luego.

– Pero el viaje lleva días…

– Tres noches, para ser exactos.

– Si quieres ir a Estambul, ¿no sería más fácil y menos caro tomar un avión?

– Sólo tomo aviones cuadno no hay otro modo de viajar.

– No es nada peligroso.

– No es cuestión de nervios, sino de elección-dijo tía Augusta-. En una época conocí muy bien a Wilbur Wright. Me llevó en varios viajes. Siempre me sentí muy segura en sus artefactos. Pero no aguanto oír sin cesar esos impertinentes altoparlantes. En las estaciones de trenes no la molestan a una… Los aeropuertos siempre me recuerdan a un campo de concentración.

– Si piensas que puedo acompañarte…

– Claro que lo pienso, Henry.

– Lo siento tía Augusta. Pero la mensualidad de un gerente de banco no es muy generosa.

– Desde luego, correré con todos los gastos. Sírveme otro vaso de vino, Henry. Es excelente.

– No estoy acostumbrado a viajar al extranjero. Me encontrarás muy…

– Te acostumbrarás enseguida, junto a mí. Los Pulling siempre han viajado mucho. Creo que debí contagiarme de tu padre.

– No lo creo, nunca viajó más allá de Central London.

– Viajó de una mujer a otra , Henry, durante su vida entera. Lo cual viene a ser lo mismo. Nuevos paisajes, nuevas aduanas. La acumulación de los recuerdos. Una vida larga no depende de los años. Un hombre sin recuerdos puede llegar a los cien años y sentir que su vida ha sido muy corta. Tu padre me dijo una vez: «La primera muchacha con quien me acosté se llamaba Rose. Por extraña coincidencia trabajaba en una florería. Parece que hiciera un siglo.»

Viajes con mi tía, Graham Greene, 1° edición: agosto de 1970.

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Frida Kahlo en Filadelfia

En todo el mundo, pero especialmente en México, Frida y Diego tienen fans y detractores. Como si fueran dos equipos de fútbol rivales o dos tipos de tacos diferentes, Diego y Frida siguen provocando desde la tumba.

En la preciosa Casa Azul del barrio de Coyoacán, donde Frida nació y murió, donde pasó también algún tiempo con Diego, se puede ver una película sobre sus días atormentados y heridos -como lo expresa en El Venadito, de 1946- entre otras desgracias, por vivir con un mujeriego como su marido.

Los hinchas de Diego Rivera sostienen, abiertamente, que el único pintor de esa pareja era Diego. Que ella se enganchó de su fama. Que para conocer a las verdaderas mujeres del surrealismo mexicano hay que ver la pintura de Remedios Varo Uranga y de Leonora Carrington. Que Frida Kahlo es un invento.

Hace un tiempo, conté sobre una gran exposición de Diego Rivera en el Palacio de Bellas Artes. Ahora, es el turno de Frida en Filadelfia, la única ciudad de la costa este donde se exhibe la retrospectiva que conmemora el centenario del nacimiento de la pintora con más mala suerte de todo México. Se podrán ver más de 40 de sus famosos autorretratos, además de fotos de la artista, de Rivera, Trotsky y André Breton, entre otros amigos de la casa.

Para los que viajen por ahí, la muestra está en el Philadelfia Museum of Art, hasta el 18 de mayo.

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Breema, de paseo por el cuerpo

El viaje de ayer fue distinto. Empezó y terminó en el mismo lugar, pero pasaron muchos paisajes en el medio.

Sin tomar ni un avión crucé un desierto, sentí una cascada entre las costillas, caminé por un prado con flores silvestres y pude ver el cosmos con los ojos tapados.

Todo eso y más pasó en una hora de breema, una práctica de bodywork, que se define de muchas maneras, pero la que más me gusta es: el arte de estar presente.

Resulta que Pritama, una amiga que viene llegando de certificarse en el Breema Center de California, me dio una sesión de esta especie de masaje consciente y meditativo que nació de la mezcla de Oriente y Occidente. Cuando me acosté en la alfombra con ropa cómoda y los ojos cerrados no sabía que estaba arriba de una alfombra mágica.

En inglés, cada una de las letras de la palabra breema tiene un significado: being, right now, everywhere, everymoment, myself, actually. No todos, pero algunos consideran que Breema es el nombre de una aldea lejana, en las montañas que separan Irán y Afganistán, donde viven pastores y campesinos. Por eso, se practica preferentemente en una alfombra persa que ha requerido un trabajo largo y ancestral para confeccionarse.

El viaje de ayer, que atravesó paisajes y estados, fue silencioso y efervescente; aterciopelado y rugoso. Pero sobre todo, se trató de un viaje sin fronteras. Los practicantes de breema se basan en 9 principios fundamentales de armonía. Uno de los que más le gusta a Pritama es: «momento único, actividad única».

El que hace los masajes se llama practicante -el nombre se basa en la teoría de que a pesar de todos los cursos que haga, uno nunca termina de aprender- y quien los recibe es, justamente, un recipiente. El practicante utiliza estiramientos, inclinaciones sobre la musculatura, deslizamientos nutrientes, toques de tacto firme y suave, movimientos alegres y rítmicos que liberan tensión, estrés y dolor. Mientras tanto, el recipiente recibe y observa su cuerpo como nunca.

No se trata de mirar una arruga nueva o un rollito más, breema se recibe con los ojos cerrados así que las observaciones son construcciones imaginarias, paisajes que no tienen límites. Cada toque inspira el viaje.

Existen más de 400 secuencias, los practicantes componen su sesión -entre 20 minutos y una hora- con las que crean necesarias. Cada sesión es distinta y nueva.

Pritama se inició en el arte de los masjaes hace tiempo. Me contó después de la sesión, que la primera vez que supo sobre el breema fue en Tailandia, hace cinco años, mientras tomaba un curso de masajes. Parece que un instructor le habló de breema y después le dio un flyer. «Cuando vi la foto, me di cuenta de que no era un simple masaje técnico, se veía balanceado, espiritual, se veía que en ese masaje había sabiduría». La palabra breema quedó dando vueltas por su cabeza y un día, caminando por Barcelona vio un cartel que decía «Aquí, breema». Ese día, hace un par de años, entró y se dio un masaje. Después de ahí, el breema es parte de su vida: tomó cursos hasta certificarse. Como los pilotos necesitan horas de vuelo, el estudio de breema se cuenta con horas de práctica.

El creador del breema es el alemán Jon Schreiber, que vive en Oakland, California. Es el director del breema center y de la clínica. Ha escrito libros y enseña breema desde 1980.

Una sesión de breema no es barata. En Europa cuesta alrededor de 30 euros. En Barcelona se dan clases individuales y grupales en el centro Harmonious Life.

Por suerte, también existe el autobreema, una serie de ejercicios que uno se hace a uno mismo en busca del balance, la armonía y nuevas ventanas para otros viajes.

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Lima estrena librería

La última novedad de Lima se llama Ksa Tomada. Es una librería y queda en el barrio de San Isidro (Conquistadores 1238).

Los accionistas son los dueños de la revista Etiqueta Negra, más los editores de Planeta Perú, Sergio Vilela, de Planeta México, Gabriel Sandoval, y el empresario José Varillas. Todos ellos, jóvenes y a la caza de lectores, pensaron un nuevo concepto en librería. Querían un lugar en donde uno «se sienta cómodo» más allá de los sillones. Por eso, abrieron este espacio donde además de encontrar «50.000 volúmenes», el cliente puede tomar el desayuno y almorzar, comprar papeles exquisitos, sentarse a leer o asistir a presentaciones de libros.

Hablando de presentaciones, para los que estén cerca, el próximo sábado 12 de abril, a las 10.30, se presenta la sección infantil de la librería. En el video pueden dar una vuelta por esta Ksa Tomada.

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El sueño de tomar el sol

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Safari necrófilo en París

cem1a.JPGEs extraño pensar en un cementerio como un lugar de paso, cuando la mayoría de los que está ahí no saldrá nunca. Igualmente, aquella mañana gris me empujó a caminar por el cementerio de Montparnasse, que casualmente estaba cerca del hotel.

Los cementerios en París, se sabe, son una atracción turística más. Además de Montparnasse, Montmartre, Passy y Montrouge y otros, está Père Lachaise , el más grande y posiblemente, el que concentra más muertos célebres por metro cuadrado del mundo. Entre otros están: Balzac, Modigliani, Champollion, Yves Montand, Isadora Duncan, Edith Piaf y Jim Morrison, el Rey Lagarto, uno de los que recibe visitas más polémicas. Son polémicas porque los fans le rinden homenaje tomando alcohol y fumando hasta quedar knock out. Entonces, pusieron un guardia de seguridad solamente para cuidar esa tumba. A pesar de la medida, siempre hay escándalo. Hace un par de días, Kate Moss convenció al guardia para entrar después del horario de cierre y bailó sobre su tumba… hasta que la echaron.

Tan integrado está Père Lachaise dentro del circuito turístico, que existen expertos en necrofilia que plantean recorridos desde el humor negro hasta el erotismo o la Belle Epoque. Uno de los más famosos es Bertrand Beyern, autor de varios libros y creador de la «necrosofía», según él una filosofía inspirada en la muerte. Beyern hace recorridos guiados por Père Lachaise todos los domingos a las 14 (horario de invierno). Otro experto en cementerios es Philippe Landru, que mantiene una página con noticias necrológicas y de cementerios de Francia y del mundo.

cem2.JPGAquella mañana gris, entonces, caminé hacia Montparnasse. En la entrada me dieron un plano, uno de los más complicados que haya visto. No encontré ninguna tumba siguiendo sus indicaciones imposibles. Ni a Ionesco ni a Jean Paul Sartre, que está enterrado con Simone de Beauvoir, ni a Julio Cortázar ni al poeta peruano César Vallejo. Es decir, los encontré sí, pero después de vagar a la sombra de los esqueletos de los árboles muertos de frío.

Había poca gente, casi nadie, a decir verdad. Las primeras dos personas que ví parecían haber salido de un cuadro de Paul Delvaux, surrealismo puro. Un hombre y una mujer con tapados largos caminaban por la avenida principal del cementerio, cada uno arrastrando una valija con rueditas de tamaño cabina, de esas que son aceptadas como equipaje de mano. Ellla rubia y el pelado. Como si hubieran traído todo para quedarse juntos hasta siempre. Como se quedaron Julio Cortázar y Carol Dunlop.

Tardé poco más de una hora, pero al final los encontré, gracias a la ayuda de esa mujer rubia con ojos azules y cara sin tiempo. Ella me miró unos segundos y luego me preguntó desde lejos: ¿A quién buscas, a Jules Cortazar?
Me quedé pasmada. No sé si porque estaba en el cementerio o por su extraña expresión.

– Sí, ¿como lo supo?, mientras retrocedía sin darme cuenta… tanto que me tropecé con una tumba y de repente una corriente ártica me atravesó entera. La mujer me miró en silencio y después dijo:
– Conozco el lugar y él recibe muchas visitas, es famoso. Le pregunté si trabajaba en el cementerio y me dijo que no.

– Vengo siempre a ver a mi hermana, dijo, y bajó la vista. Entendí que tenía que irme.

cem3.JPGEl frío de la mañana era oscuro y la humedad de los caminos embarrados llegaba de los pies a la garganta. Volví a mirarla. La mujer, muy concentrada, removía la tierra que rodeaba la tumba de su hermana para plantar flores. Eran violetas de los Alpes, si mal no recuerdo.

Seguí sus indicaciones, me perdí –quizás fue por la emoción- y un rato más tarde, sobre un sendero perpendicular a la avenida central, los encontré. La tumba de Cortázar es austera. La de su mujer, Carol Dunlop, está más arriba. Las dos de mármol blanco, inmaculado. Las dos iguales, pero la de Cortázar tiene rastros de sus seguidores: cigarrillos, cartas, besos con rouge, una rayuela dibujada y monedas de Argentina y Chile. Me gustó un papelito arrugado y firmado por una mexicana que decía: ¿Por qué queremos tanto a Julio?

También encontré a Simone de Beauvoir y a Sartre llenos de ofrendas, y un callejón estaba el gran poeta César Vallejo, con cartas y flores y piedras y un maíz. El cementerio seguía con sus bóvedas y mármoles tallados y leyendas cargadas de tristeza. Como ese epitafio en la tumba de Jane Henriot en el cementerio de Passy: “Ella vino, ella sonrió, ella partió”.

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Tres favoritos de París, según Pablo Krantz

El músico y escritor argentino Pablo Krantz vivió varios años en París y hace algunos meses volvió a Buenos Aires, donde nació y donde tocará próximamente los temas en francés de su último disco Les chansons d’amour ont ruiné ma vie, grabado en 2007 en París.

Estos son los tres lugares preferidos del artista, que también cuenta -en especial para Viajes Libres!- cuál es la anécdota que está detrás de su elección. Más abajo se puede ver el video del hit y la agenda de sus próximos conciertos.

lyco1.jpgLa rue de la Manutention . Se trata de una calle medianamente perdida que queda a la vuelta del Palais de Tokyo y del Museo de Arte Moderno, en uno de los barrios más ricos de París. Mide unos 150 metros, desemboca en el Sena y nace con la forma de una gran escalera de piedra que desciende. A uno de los lados hay una huerta colectiva muy bizarra, en la que diversos personajes más o menos relacionados con el Palais de Tokyo cultivan tomates o quién sabe qué, en medio de adornos (muñequitos de superhéroes, gnomos de jardín colgados boca abajo, vinilos viejos por todas partes) y de cartelitos esotéricos. También hay una suerte de baldío gigante y hermoso (a la vuelta de la huerta), un restaurant con especialidades del Sur de Francia, unas cosas que se parecen a anclas colgadas a unos treinta metros de altura (donde empieza la escalera de piedra) y unas cuantas casas bajas y simpáticas. Parece una calle de un pueblo mediterráneo perfecto, y hasta parece soplar una brisa marina. De vez en cuando, la gente de la huerta hace un gran pic-nic público donde regala todos sus productos. Alguna vez pasé por ahí con auriculares y anteojos negros y me puse a comer espléndidas zanahorias y grandiosos apios en medio del gentío, haciéndome el distraído, pensando estar ejercitando mis dotes de colado típicamente argentinas. Tardé un buen rato en darme cuenta de que todo el mundo estaba igual de colado o de invitado que yo.

flyer-krantz1.jpgEl restaurant/bar/sala de conciertos Au Connétable Queda en el barrio 4, es decir el Marais, en el 55 de la rue des Archives. Es un viejo hôtel particulier de algún siglo lejano. En el sótano hay un lugar de conciertos pequeño pero maravilloso donde toqué un montón de veces. En la planta baja funciona un bar en cuya barra siempre hay una decena de cincuentones franceses con bigotes gigantes que hablan sobre Brassens y/o sobre negocios millonarios. En el primer piso funciona un restaurant muy tradicional francés donde se come a la luz de las velas. En todos los pisos hay pianos. A partir de la una de la mañana, cuando los vecinos irascibles no hacen denuncias a la policía, se vuelve un lugar como nunca he visto otro: en el sótano, todo aquel que trae un instrumento se pone a tocar con quien sea (una vez hice una suerte de improvisación a la guitarra con cuatro percusionistas africanos, un pianista clásico italiano y un bajista desquiciado al que daban ganas de matarlo) y la gente escucha y/o baila y siempre bebe. El lugar está atestado de personajes que hablan hasta por los codos con todo el mundo, es como el paraíso del francés sociable (una raza en extinción, al parecer). El que quiere saca una guitarra y se pone a cantar flamenco o alguna canción marroquí, ante la indiferencia o el entusiasmo de los que lo rodean. Para recorrerlo de un punto al otro (y eso que es pequeño) se tardan a veces 15 minutos, tan repleto está de gente que te empieza a hablar de cualquier cosa y en cualquier idioma. Es una versión simpática y acogedora de la torre de Babel.

111-museo-guimet.JPGEl Musée Guimet, el museo de arte oriental. Colecciones formidables, un jardín japonés en el último piso y entrada gratis. Alguna vez me quedé mirando fijo una estatua de Buda camboyana durante media hora, y creí absurda pero confiadamente haber alcanzado algo parecido al Nirvana.

Dónde y cuándo ver a Krantz. Abril. Viernes 4, 21 hs., concierto acústico en el Centro Cultural Islas Malvinas (19 y 51, La Plata, pcia. de Bs. As.) Fecha compartida con Manuel Moretti (de Estelares); Jueves 10, 21:30 hs: concierto en Thelonious (Salguero 1884, Cap. Fed.); Jueves 17, 21:30 hs: concierto en Thelonious (Salguero 1884,
Cap. Fed.); sábado 26: Auditorio de Biblioteca de Salto, Pcia de Bs As. Mayo. viernes 9, 21 hs, en el Ciclo Nuevo, Sala Muiño, Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551); martes 27 de mayo: Ciclo Confesionario, CC Rojas (Corrientes 2038); viernes 6 de junio: Alianza Francesa, Montevideo, Uruguay.

 

 

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A propósito de Jean Nouvel

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Jean Nouvel es uno de los arquitectos más destacados del mundo y ayer tuvo el reconocimiento más importante de su carrera: le otorgaron el Premio Pritzker de arquitectura, un premio que entrega cada año la Fundación Hyatt, también conocido como el Nobel de arquitectura.

¿Qué hizo o está haciendo Nouvel? Entre otros edificios, el Instituto del Mundo Arabe de París, en 1997, que le dio renombre internacional, el Museo Quai Branly, el Teatro Guthrie de Mineápolis, la ópera y el hotel W de Dubai y mucho más. Actualmente tiene a su cargo el  el Guggenheim que tendrá Río de Janeiro y el nuevo Louvre que se construye en Abu Dhabi y tantos otros que en su página, Nouvel puso directamente un mapa del mundo para situar sus trabajos que se ubican por ahora en cuatro continentes.

jeannouvelo.jpgAl elegirlo, el jurado tuvo en cuenta «la coherencia, la imaginación y sobre todo su necesidad insaciable de experimentaciones creativas». El premio, 100.000 dólares y una medalla de bronce, se entregará en Washington el próximo 2 de junio.

La sala que se ve en la foto es un render del futuro auditorio de la Filarmónica de París que proyectó Jean Nouvel. Estará lista en 2012, tendrá capacidad para 3500 personas, y según afirmó el arquitecto -¿o debería decir el mago?- nadie estará a más de ¡35 metros! del director de orquesta.

41-el-museo-du-quai-branly.JPG

A propósito de Jean Nouvel, me gustaría recomendar del último gran museo de París, diseñado por este arquitecto, el Musée du Quai Branly, abierto hace un año y poco.

Queda muy cerca de la Torre Eiffel, exactamente en el Quai Branly, a orillas del Sena. Posiblemente por eso tiene forma de barco, un barco anclado en un jardín lleno de helechos y magnolias japonesas y que, a pesar de estar quieto, es capaz de llevar al visitante muy lejos.

En algunos países de Asia se dice que el milagro no es caminar sobre el agua, sino caminar sobre la tierra. Y eso es lo que documenta este museo: la marcha de los hombres sobre la tierra.

La exposición de los objetos escapa al etnocentrismo y aborda una dimensión artística y estética. Uno podría quedarse varias horas -todo el día, tal vez- sin cansarse. Además de ver la máscaras y tótems de  podés activar un video y escuchar las historias que la rodean contadas por los pobladores de ese pueblo mínimos de Indonesia. Quiénes la usaban, para qué, cuándo.

En el Quai Branly no hay cuadros. El museo acerca el patrimonio cultural no occidental: objetos de civilizaciones de Africa, Asia, Oceanía y América. Es un museo para ir varias veces. Por eso, para los que viven en París se vende un pase anual más barato que se puede comprar en Fnac.

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