Recuerdo una vez, que viajaba por Panamá y conocí a un señor de unos sesenta y cinco años, con barba blanca, guayabera y sombrero de paja. Hablamos un rato y el hombre sabía mucho sobre cultura general, no sólo de América sino del mundo. Le pregunté si viajaba. Me miró por debajo de sus anteojos y me dijo: ¿Para qué? Al mundo lo miro por la tele. Para él, los viajes eran una pérdida de tiempo. ¿Para qué pasar incomodidades si la tele muestra todo?
En una interesante entrevista publicada hoy en el diario ABC de España, el antropólogo francés Marc Augé, el mismo que definió a los aeropuertos, shoppings y autopistas como «no lugares», donde se circula y se consume en anonimato, habló entre otros temas, de la decadencia del color local y de la importancia turística del color global.
Dijo Augé: «Creo que la celebración del localismo está hoy de capa caída, afortunadamente. La televisión ha distribuido sus imágenes por todas partes y cada vez más lo que se relaciona con mostrar lo local es concebido como un espectáculo: un mercado, un pueblo, una calle, una danza folclórica y ya está, llegan en seguida los anuncios o las siguientes imágenes. En realidad, es el color global el que importa, cómo todo se parece a lo que se encuentra en todas partes: el confort o comodidad de las instalaciones, la comida (en su caso con un poco de color local en su presentación), la televisión y la idea estereotipada del paisaje ideal, con arenas blancas y palmeras ondulantes.»
Si la tele sólo muestra los clichés de un lugar, entonces ese señor de Panamá conoce sólo los estereotipos del mundo. ¿Se puede viajar por la tele?