El mate desde lejos

Los lectores de Viajes Libres ya conocen a Pritama, amiga de la casa y frecuente colaboradora de este sitio. Aunque vive en Barcelona hace varios años, Pritama es argentina. Desde su casa en Gracia, evoca su gusto por el mate en el texto que sigue.

 

Como suele pasar, recién empecé a comprender lo que el mate significaba para mí la primera vez que sentí su ausencia. Estaba viajando por Asia y ya había pasado seis meses sin tomar un sólo amargo. Interrogaba con esperanzas a cada argentino o uruguayo que me cruzaba por el camino, y aunque a todos se les hacía agua la boca y suspiraban nostálgicos, nadie llevaba mate en su mochila.

Sin embargo, una tarde conoci a un hombre belga en una isla al sur de Tailandia que me aseguró que su amiga era argentina, de Córdoba y que sí, que estaba todo el día con esa asquerosa bebida y que tenía un paquete gigante lleno de «esa hierba», pero que recíen volvería en cuatro días.
Como quien espera a un amigo muy querido, el tiempo se me hizo eterno, y cuando el día llegó y la cordobesa entre risas puso a calentar el agua y darme palmaditas en el hombro, comprendiendo mi emoción… supe por fin que el mate era mucho más que una bebida para mi.
Hace más de ocho años que vivo fuera de Argentina y todavía el mate sigue siendo parte fundamental de mi vida.
Y no es nacionalismo, ni fanatismo, ni embanderar una filosofía.

En la distancia, el mate es como volver a casa. Es el sabor de lo familiar, es la mano amiga que aunque me sienta sola, siempre me acompaña.
Cuando tomo mate con algún amigo del Cono Sur, inmediatamente se genera una complicidad que ninguna otra bebida podría lograr. Ni una charla de café, ni una ronda de cervezas, ni una meditada ceremonia del té en toda su regla.

El mate es intimista, da calor, tiene un aura de unión. Cada vez son más los amigos y conocidos que se aficionan al mate en este lado del mundo, atraídos por el ritual de compartir, de dar y recibir, de ser parte de una sutil comunidad.
El regusto de su sabor en mi lengua activa la memoria de todo lo que soy, ahoga la nostalgia, reconforta mis horas de exilio e hidrata y alimenta mi sudamericanidad.

Desde lejos, el mate se transforma en orgullo. Su personalidad es tan fuerte, que devuelve dignidad. “Quizás allá, en Argentina, la gente no tenga mucho, pero siempre hay un mate para compartir”, se me escapa a veces con voz gaucha.
Lejos de mi tierra, el mate recobra su espíritu sagrado. Y lo tomo como si bebiera sorbos de mi propia esencia, sintiéndome por un rato en casa, y completa.

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En Siria, ¡fanáticos del mate!

arabes

Desde hace diez años, Siria es el principal comprador de yerba mate de Argentina.

Sí, muchos sirios se han hecho fanáticos del mate. Lo toman en los negocios, mientras venden y conversan con amigos.  Al parecer,  la costumbre no tiene que ver directamente con el ex presidente argentino Carlos Menem, pero posiblemente sí con muchos de sus parientes.

En las décadas cincuenta y sesenta del siglo XIX se registró en Argentina gran cantidad de inmigración siria. Llegaron al país más de 200.000 sirios.

Con el tiempo y cansados de los dramas de este país, muchos regresaron al suyo. Pero se llevaron esta costumbre rioplatense. Ya en 1930 y 1940 se exportaba mate a Siria… Y a Yabrud, el pueblo de donde es originaria la familia de Menem.

Argentina también exporta yerba mate a Canadá y Estados Unidos, entre otros países. Pero sus habitantes no suelen tomarlo con bombilla.  La yerba llega en saquitos y se toma como un té exótico.

Lo curioso del caso sirio es que allá toman el mate como aquí: en un pequeño recipiente cerámico y con bombilla. La única diferencia es que cada uno tiene su propio mate. Y a veces lo sacan a pasear, como los uruguayos. Dicen que así fue como llegó al Líbano, donde también se consume y cada vez más.

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El mate y los turistas

Me acuerdo cuando Eyal, un amigo de Israel, llegó a Buenos Aires y probó el mate. Le bastó uno para decir que no, gracias. Que prefería un café, si no era mucha molestia.

En cambio María, una amiga sueca, desde el primero se hizo fanática.  Al poco tiempo, no se levantaba si no era con un mate. Cambió el yogur y los desayunos energéticos por unos mates amargos. Hasta llegó a vivir una temporada en Buenos Aires. Según ella, su amor por el Río de la Plata empezó con su gusto por el mate.

Además de las partes básicas del mate que figuran en esta infografía, los extranjeros que se quieran preparar un mate en soledad deben tener en cuenta algunos pasos básicos:

1) Llenar el recipiente con yerba. Esto no quiere decir inundarlo de yerba. Con 2/3 es suficiente.

2) Con una mano tapar la boca del mate y se agitarlo suavemente. La mano que tapaba el recipiente quedará llena de polvo, que se descarta.

3) La yerba queda sobre un costado del recipiente. Sobre el otro se forma un hueco, donde se entierra la bombilla y luego se echa el agua a punto de hervir.  

4) El agua del mate nunca debe hervir. Cebar mate con agua hervida es pecado, pero además es sinónimo de mate quemado y, pocos minutos después, en mate lavado.

5) El primer mate se conoce como «el mate del zonzo» porque es extra fuerte. En general se descarta o se lo toma el cebador.

Hay más trucos y expresiones que irán aprendiendo, seguramente, entre mate y mate.

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«Mi viejo mate galleta», de José Larralde

 

 

Mi viejo mate galleta

Mi viejo mate galleta
que pena me dio perderte
que mano tronchó tu suerte
tal vez la mano del tiempo
si hasta creí que eras eterno
nunca imaginé tu muerte.

En tu pancita verdosa
cuántos paisajes miré
cuántos versos hilvané
mientras gozaba tu amargo
cuántas veces te hice largo
y vos sabias por qué.

En esos duros inviernos
cuando la escarcha blanqueaba
tu cuerpito calentaba
mis manos con su calor
pa’ qu’el amigo cantor
se prendiera a la guitarra.

Y ahi no más se arma la farra
vos y yo en un mano a mano
mate y guitarra en la sombra
mate y guitara en el claro
en leguas a la redonda
no hubo jagüel orejano.

Mi viejo amigo y hermano
qué destino mas sotreta
nunca le di a la limeta
en vos encontré la calma
en este adios pongo mi alma…
ay mi viejo mate galleta.

José Larralde

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El mate, con virgen propia

 

No hay un hecho milagroso relacionado a esta Señora Gaucha. No se le apareció a ningún campesino ni curó a un niño enfermo. La imagen la encargó un monje a la pintora María Inés Rosñiski, para que hubiera una virgen cercana a la gente y «bien argentina». Igual, muchos litoraleños le rezan, le piden, le agradecen.

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De la planta al supermercado, un viaje largo

Para hacer un kilo de yerba mate se necesitan tres kilos de hoja verde y un largo proceso de producción. 

Desde que nace la planta en el vivero de una yerbatera hasta que se cosecha pasan tres o cuatro años. Los pasos de la cadena productiva son los siguientes: tarefa o cosecha (manual o mecánica), zapecado (secado a fuego directo y luego con aire caliente) y canchado (trituración de las hojas). Después: molido fino, mezcla, fraccionamiento final, envasado… y al supermercado.

En la tarefa se poda la planta, quitando las hojas maduras y tirándolas sobre un lienzo hasta que se juntan entre 70 y 100 kilos. Cuando está listo, se ata por las puntas formando un raído. En unas pocas empresas ese tremendo paquetón se levanta con un guinche y se pone en un camión. Pero los pequeños colonos lo hacen a hombro, entre cuatro que tengan fuerza.

Próximo paso: las hojas van a la peluquería. Primero, un shock de fuego directo (30 segundos) para que pierdan el agua y luego doce horas de aire caliente (80 a 100 grados). El paso que sigue es la trituración o canchado, nombre que viene de antes, cuando se volcaba la hoja seca en un espacio grande o cancha y se la partía a golpes.

Como el vino de guarda, la yerba se estaciona unos nueve meses. En el molino, cada yerbatera crea su propia receta con más o menos palo. Intervienen catadores, que llegan a probar 200 mates por día. Por la Ruta de la Yerba, el mate se sirve en un porongo o calabaza larga y de boca ancha. Caliente o tereré, versión helada, con los hielos sobre la yerba y cebada con agua o limonada bien fría. Por esta ruta el mate circula. Como la imagen de Nuestra Señora Gaucha del Mate, una virgen paisanita, con trenzas y una pava en la mano. La pintó María Inés Rosñiski, una artista ucraniana de Apóstoles a pedido de un monje salesiano.

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El lenguaje del mate

inodoropereyraAsí como Europa generó el lenguaje de las flores, el Cono Sur inventó el lenguaje del mate.

Mate amargo: indiferencia o quitate todas las ilusiones, llegas tarde.
Mate dulce: amistad.
Muy dulce: qué esperás para hablar a mis padres?
Mate con toronjil: disgustos.
Con canela: ocupas mis pensamientos.
Mate con azúcar quemada: simpatía.
Con naranja: ven a buscarme.
Con melaza: tu tristeza me aflige.
Con leche: estimación.
Con café: ofensa perdonada.
Muy caliente: yo también estoy ardiendo de amor por ti.
Frío: me eres indiferente.
Tapado: calabazas.
Lavado: a tomar mate a otro lado.
Espumoso, exquisito y fragante: te quiero con todas las de la ley.

Del «Pequeño vocabulario y Refranero Criollo», de Tito Saubidet.

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La Ruta de la Yerba Mate

En política o economía, seguro que no. Pero en yerba mate, la Argentina es campeón mundial: tiene el pergamino de principal productor, consumidor y exportador de yerba mate del mundo. Es un motivo contundente para que exista un camino del mate. Sin embargo, es algo reciente y en construcción.

Todavía no existe una ruta perfectamente diseñada, con carteles y mates gigantes al costado del camino. Pero esa desprolijidad es lo mejor, y mucho no va a durar. Así que éste es un buen año para recorrer los caminos rojos del Litoral.

Desde la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires se ha impulsado un proyecto para crear una ruta con nombre, mapas explicativos, hoteles y restaurantes. Hasta se declaró al mate Producto Autóctono del Mercosur (se consume en los cuatro países) y hay perspectivas de que el corredor turístico alguna vez sea más amplio, y que llegue hasta el sur de Brasil.

Un viaje por esta zona húmeda está lleno de manos, muchas más que en una ronda de mate. Guaraníes, conquistadoras, jesuitas, polacas, ucranias, criollas. Y en todas las épocas, manos lastimadas de tareferos, los cosechadores de la yerba.
A los lados del camino se ven los arbustos de yerba en cultivos de alta densidad (2000 a 6000 plantas por hectárea), muy diferente a los orígenes, cuando los guaraníes descubrieron el árbol, que crecía salvaje en la selva paranaense y llegaba a medir 20 metros. Para cosecharlo había que meterse en el monte en expediciones que duraban hasta 6 meses y de las cuales no todos volvían.

La ruta del mate es caliente, tan caliente como uno se imagina el infierno. Pero también es verde, como la selva espesa y como la planta del mate. Por estas zonas de Corrientes y Misiones hay extensas plantaciones de yerba mate y antiguas estancias atendidas por sus dueños que conectan los principales destinos. Allí, uno puede alojarse y también comer deliciosos platos caseros.

dscn0954Quizás en algún momento habrá hoteles, restaurantes gourmet y menos espacio para el azar. Pero para eso falta. Hoy, todavía se pueden ver los carros polacos al costado de la ruta, charlar con un inmigrante ucraniano y asomarse por una cooperativa como Liebig para conocer el camino que sigue la hoja, desde la recolección, secado y canchado hasta el paquete que se vende en todos los supermercados de Argentina y Uruguay.

IMPERDIBLES DE LA RUTA:

GOBERNADOR VIRASORO
La yerba es un pilar de la economía de Misiones, la provincia de las Cataratatas, en el litoral del país. El otro es la explotación forestal. Por eso se ven lomas y cuchillas con los tronquitos flacos y alineados de pinos Elliotti y eucaliptos. Muchas empresas que plantan yerba también tienen una división forestal. Como Establecimiento Las Marías, en Virasoro, algo así como la Microsoft de las yerbateras y una de las más tradicionales, con 85 años. Yerbales, teales y pinos, más de cinco mil hectáreas cultivadas y una planta modelo para el procesamiento de la hoja verde. El que llegue hasta aquí puede dejar su auto y recorrer en una van los pasos que sigue la hoja verde, desde el vivero y la plantación hasta el paquete de yerba Taragüí (Corrientes, en guaraní), entre otras marcas, que uno elige en la góndola del supermercado.

COLONIA LIEBIG
Colonia Liebig es un pueblito con nombre alemán y pasado inglés. Desde fines de 1800 y hasta 1970, la Compañía Argentina Liebig exportaba corned beef y extracto de carne a Inglaterra, y en Colonia Liebig se abastecía del ganado que viajaba en tren hasta Pueblo Liebig, en Entre Ríos, donde estaba el frigorífico y se faenaban más de mil cabezas por día. De aquellos años, cuando la zona era parte de la estancia La Merced, de más de 10.000 hectáreas, queda poco y nada. Hoy, el pueblo vive por la Cooperativa Liebig, una yerbatera en crecimiento y secadero artesanal, con más de cien pequeños productores asociados que se puede visitar siempre y cuando uno no llegue entre las 13 y las 16, sagrado horario de la siesta.

dscn1025APOSTOLES
Ni bien llegaron, los españoles desconfiaron del mate y lo prohibieron por vicio, pero luego les gustó tanto que se consumió desde Buenos Aires hasta Quito, pasando por Lima.
El primer contingente de polacos llegó a Apóstoles en 1897. Eran 17 familias y venían tapados hasta el cuello. Pero llegaron a Misiones, donde la ropa es lo de menos. Venían sin nada, además del abrigo. Acá les dieron algunas hectáreas para cultivar y pagar en plazos cómodos. Ellos hicieron el resto: trabajar la tierra y luchar con la hormiga minera, que se comía todo.
Uno de esos polacos don Juan Szychowski, que con el tiempo se convirtió en un genio de la ingeniería local. El Museo Juan Szychowski (entrada gratuita) está, dentro del establecimiento yerbatero Amanda que también se visita para conocer el proceso de la yerba. También en Apóstoles se puede pasar por el Museo Ucraniano (Suipacha 57, T. 54 3758 422501; horario: lunes a sábados, de 8 a 12 y de 16 a 19, entrada gratuita) para entender mejor la historia y ver sus testimonios.

POSADAS
Lo mejor para hacer en la capital de Misiones es esperar a que baje el sol y disfrutar de las brisas de la tarde-noche en la remozada avenida Costanera. El lugar es perfecto para un paseo nocturno, inluída la cena en algún sitio recomendado con vista al Paraná. La especialidad de la capital: el pollo al galeto. Un museo: Aníbal Canbas (Alberdi 600, horario: martes a sábados, de 8 a 12 y de 15 a 20 y domingos y feriados, de 17 a 20).
Si le gustan las artesanías, puede pasar por el mercado municipal, también conocido como paraguayo, donde encontrará artículos de cuero, sombreros y cestería.

SAN IGNACIO
Cuenta Pau Navajas, del Establecimiento Las Marías, en su libro Caá Porã´í, El espíritu de la Yerba Mate, que los hombres de la Compañía de Jesús situaron sus misiones «deliberadamente lejos de los colonizadores criollos; se adentraron en la espesura selvática y así pronto comprendieron el espíritu de la yerba […] que se transformó en una fuente de ingresos que permitió construir talleres, iglesias, pagar impuestos y organizar la vida de las reducciones»Los jesuitas les enseñaron a los guaraníes a plantar yerba y secarla o más bien ahumarla en el barbacuá, un horno casero. San Ignacio Miní (su par más grande o Guazú está en Paraguay) fue fundada en 1610, destruida en 1817 y restaurada en 1940. Está a 60 km de Posadas, y en el camino hay más ruinas: las de Santa Ana y Loreto (todas con la misma entrada, de US$ 2). Mejor ir bien temprano o por la tarde, todo es más fresco. En San Ignacio también se puede visitar la Casa de Horacio Quiroga, un truculento y genial escritor que nació en Uruguay pero vivió en Misiones, muy influenciado por este paisaje selvático y agobiante.

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El mate, patrimonio del Cono Sur

imagen21Aunque lo tomen en Siria y en cualquier parte del mundo a la que haya emigrado al menos un argentino o un uruguayo, el mate es patrimonio del Cono Sur.

Los habitantes de Argentina, el sur de Chile, Uruguay y el sur de Brasil lo consumen con un fanatismo insólito, que no han logrado ni el té ni el café.

En Argentina existe una Reina Nacional del Mate y una ruta turística del mate. Hay concursos de cebadores y tomadores de mate, y poetas del mate, además de helado de mate y algunas recetas que incluyen yerba.

Los uruguayos por su lado pretenden preparar el mate más grande del mundo. Mientras tanto, los científicos le siguen descubriendo propiedades benéficas a la yerba.

Este mes se publicó en la revista National Geographic un breve texto que escribí sobre esta infusión. Cuenta algo sobre  la pasión que compartimos los habitantes del sur de América y enumera los pasos para cebar un buen mate. Pero el gusto por el mate es más extenso que una página en una revista. Por eso, en los próximos días, Viajes Libres hará un pequeño homenaje a este icono del Cono Sur.

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Cómo viajan los Cronopios y los Famas

«Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.

Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de «Alegría de los famas».

Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad». Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.»

Historias de Cronopios y Famas, Julio Cortázar, 1962.

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