Por amor al vallenato

Cuenta la leyenda que Francisco El hombre derrotó con su acordeón al diablo.

Fue una noche al volver de una parranda, y si no hubiera sido por las notas de vallenato que salían de su acordeón casi se acaba el mundo. El diablo llegó a apagar la luna y las estrellas, pero Francisco El Hombre siguió tocando. Y tocó y tocó hasta que volvió la luz y el demonio, vencido y humillado, huyó hacia las montañas.

El vallenato forma parte de la guajiridad, de la identidad de La Guajira, una región al noroeste de Colombia, donde viven los wayúus, la etnia más numerosa de Colombia. La Guajira tiene una posición estratégica para el comercio con América Central y las Antillas. No la conozco, pero tengo ganas de ir en el próximo viaje a Colombia. Los viajeros que me crucé en el camino me hablaron tanto del Cabo de La Vela, el arroz de camarón, los compositores Leandro Díaz y Rafael Escalona.

En Riohacha, cabecera del departamento de La Guajira, concluyó el domingo el Festival Francisco El Hombre, un encuentro nacional de vallenato con duelos musicales como ese que tuvo Francisco el Hombre con el diablo, y concursos de Mejor Cantante, Mejor Acordeonero, Mejor Grupo, Mejor Canción Inédita y Mejor Video del Año. El gran ganador de este año es Carlos Mario Zabaleta y su acordeonero Julián Mojica, que representaban a Bogotá. Uno de los temas que más gustó fue La Candelosa.

El espíritu de Francisco El hombre, el juglar andariego que pasó por Macondo, acompaña el festival, y probablemente muchos de sus nietos y bisnietos y tataranietos también. Al parecer, Francisco el hombre no fue sólo un personaje de García Márquez, sino un hombre de carne y hueso que nació en Machobayo, Guajira.

Según se cree, quien peleó esa noche contra el diablo se llamó Francisco Antonio Moscote y le contó a sus hijos la experiencia, ocurrida en algún camino entre Riohacha y el pueblo de Barbacoas, a principios del siglo pasado.

Mito y realidad en el festival de un solo hombre: Don Pacho, así le llaman en Colombia a los Franciscos.

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